El Establo
Fecha: 07/04/2018,
Categorías:
Zoofilia
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... uno una nalga del sufrido Lisandro y las separaron al máximo para disminuir toda resistencia y aumentar la dilatación posible, controlando que el terrible choto del equino no se saliera de lugar. Don Francisco riéndose a las carcajadas, tironeó firmemente de las riendas obligando al caballo a adelantarse un poco más y fue ya suficiente para que ante tanta presión, empezara a penetrar ese culo. Lentamente la verga negra y brillante se fue colando por el orto, tendría en la punta unos 6 cm., pero rápidamente se engrosaba al doble, mientras Lisandro se retorcía dentro de lo que las ataduras le permitían. Una vez vencida la entrada, la poronga equina invadió rápidamente la cavidad con toda esa masa de carne palpitante, hasta llegar al fondo y un poco más. Fue impresionante ver a Lisandro sometido y ensartado por semejante bestia. Era casi más poronga que culo. Algo nunca visto por esos pagos. Todos estaban tan excitados por el espectáculo, que no solo ya se habían desnudado; sino que también se estaban pajeando frenéticamente, se mamaban entre ellos, se mordisqueaban pezones, se lamían espaldas y culos. Era la apoteosis. Todos con todos y descontroladamente. Hasta que uno a uno como pudo fue ...
... acabando nuevamente sobre la cara de Lisandro. Ante tanta joda no les quedaba casi nada de leche. Después de algunos forcejeos, entre relinchos y polvareda, el padrillo eyaculó a borbotones dentro de Lisandro, éste sintió como palpitaba la verga caliente y un flujo tibio le invadía los intestinos. Era tanta la eyaculación que la leche sobrante manaba por una fisura del ano dejando un reguero sobre los fardos de alfalfa. Todos saltando festejaron el logro. Peor que chicos traviesos. El único que no festejaba era el enfiestado que prácticamente se había desmayado Luego de vestirse, fumaron cada uno su pucho y lo convidaron también al Lisandro, palmeándolo silenciosamente en el hombro como un mínimo consuelo. Don Francisco le dijo: Bien paisanito, nos diste trabajo, pero te sacamos bueno. ¡Eso si que es ser hijo de puta!. Después de un rato lo desataron totalmente, lo lavaron con una manguera y quedó inerte descansando en el establo, cubierto por unas mantas. Los demás se fueron silbando bajo, a las casas. Se sentían bien machos y con la misión cumplida. Al día siguiente lo buscaron por todas partes, pero Lisandro ya no estaba, se había ido esa misma madrugada con todas sus cosas y para siempre.