El Establo
Fecha: 07/04/2018,
Categorías:
Zoofilia
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... la ropa a Lisandro y con las mangas de la camisa le ataron las manos. Antonio lo hizo agachar y le dijo que para empezar abriera la boca. Antes que los demás se dieran cuenta ya le estaba metiendo la poronga entre los dientes. Temblando, sólo atinó a tragarse el pedazo como pudo. Las bolas bien peludas quedaron bamboleándose contra su mentón. El Cholo para no quedarse atrás también lo agarró de la cintura y empezó a lamerle el culo. Don Francisco se seguía riendo mientras se pajeaba, hasta que haciendo uso de su autoridad, lo sacó del medio al Cholo y agarrándolo de la cintura al Lisandro, le mandó un escupitajo en el medio del orto y se lo apoyó con todas las ganas. Antonio le estaba dando cada envión al peoncito que éste por momentos se ahogaba con tanta pija. Se la metía y se la sacaba un poco para volvérsela a meter. Para acabar con tuti le dio tal empujón que Lisandro reculó y ahí nomás Don Francisco que estaba muy caliente, aprovechó para mandársela a guardar dentro de ese culito ya suficientemente ensalivado. Lisandro se dobló del dolor, pero tanto Antonio como El Cholo enseguida lo sostuvieron de los brazos mientras Don Francisco se lo seguía garchando sin compasión. La poronga entraba y salía del flamante culo emitiendo un ligero sonido por el intenso bombeo. Se hizo un silencio donde se podía escuchar a los grillos en contrapunto con el sonido de la cogida y algún que otro quejido del muchacho. Después de un buen rato, la acabada fue generosa, con aplausos y al ...
... soltarlo de los brazos Lisandro quedó tirado sobre el pasto, despatarrado, gimiendo, sin poder ni moverse. Como ya estaba refrescando, lo agarraron de las piernas y lo arrastraron hasta el viejo establo pegadito al lado de la caballeriza. Lisandro se sentía indefenso y se dejó llevar casi sin luchar, además al ser arrastrado desnudo, los yuyos y ortigas le estaban lacerando el cuerpo. Mientras don Francisco encendía un par de faroles, Antonio con ayuda del Cholo ataron a Lisandro en cruz, a una gran rueda que estaba atornillada a un poste, mientras éste intentaba gritando despertar compasión. Para no escucharlo más, le metieron un poco de estopa en la boca y lo amordazaron con su propio pañuelo sudado de paisano. Don Francisco le dijo que estaba muy mal eso de gritar y que para que aprendiera le iba a enseñar a portarse bien. Blandiendo la fusta larga del sulky lo azotó hasta cansarse; allí se pasaron el rebenque de mano en mano para que los demás participaran. Mientras tanto iba circulando la segunda botella de ginebra y todo duró hasta que se bajaron la botella entera y el cansancio general los obligó a un respiro. Lisandro estaba muy marcado, dolorido y más que aterrado. Los caballos estaban agitados con tanto movimiento y levantaban un poco de polvareda con las coces, que hacia el aire por momentos irrespirable. Seguidamente y para que no enfriar la cosa, el Cholo sacó su verga más que empalmada y también sé lo garchó infernalmente; mientras tanto Antonio totalmente en pedo, ...