El Establo
Fecha: 07/04/2018,
Categorías:
Zoofilia
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
La tarde se inclinaba sollozando al occidente, sobre la pampa argentina y también sobre la estancia de los Moyano. En el final de ese largo verano ya se había levantado la cosecha principal y las tareas nuevamente pasaban a ser más tranquilas. Abundaban las mateadas y el ocio, madre de tantos vicios. De los jornaleros temporales muchos ya se habían vuelto para sus pagos. A esa hora la peonada se juntaba a tomar siempre mate con tortas fritas, y las bromas entre risotadas eran la forma de celebrar el final de la jornada. Todo tenía más quietud y más aún con el crepúsculo. Don Francisco era el capataz, un salteño curtido, grandote, sonrisa ancha coronada por un bigotazo, si bien ya pisaba los 50, era fornido, con un pecho muy velludo, brazos musculosos, linda estampa, medio autoritario, famoso en el pueblo por payador, pijudo y buen cogedor. Antonio era mendocino, el responsable de la caballeriza y del mantenimiento de la maquinaria, bueno para cargar fardos y tareas pesadas, con un corpacho también impresionante, tendría unos 36 años, su sonrisa algo desdentada por abandonado le daba un aire temerario y la contra era que cuando se mamaba se ponía muy pesado. El Cholo, era de Misiones, tractorista por excelencia, 27 años, rubio oscuro, piel curtida por el sol, muy alto, delgado, culo chico, bulto marcado, muy gracioso y ocurrente. Siempre llevando la batuta. Lisandro, era el más nuevo, pampeano de 19 años, contextura mediana, 1,65; lampiño, inocentón, callado, medio nabo, había ...
... trabajado de boyero y después lo pusieron como ayudante de campo, lo tenían un poco de acá para allá y muchas veces era objeto de bromas pesadas. El resto de la peonada ya se había retirado para las casas y sólo quedaban los cuatro alrededor del fogón crepitante, mientras se hacía la noche cerrada. Don Francisco arrimó una botella de ginebra que tenía guardada y pasando de boca en boca al rato ya estaban todos chispeados, mientras contaban cuentos campestres y chistes verdes inmundos. La cosa se fue poniendo más caliente y en un momento dado, para reforzar la historia que estaba contando, El Cholo se entreabrió el pantalón bombacha y empezó a sobarse el pito. Ahí nomás Don Francisco acomodó el facón y se puso a mear contra un árbol, pero bien a la vista de los demás revoleando el chorro. Esto muy festejado por Antonio, que también pelando la pija propuso una payada de porongas para ver quién la tenía más grande. Todos reían, menos Lisandro que no se animaba, entonces El Cholo se le arrimó por atrás y de un tirón le bajó la bombacha paisana ante las risas de todos. Don Francisco llevando la voz cantante sentenció que el que la tuviera más chica, tenía que satisfacer a los demás ganadores. Todos se empezaron a pajear y más o menos estaban entre los 21 y 24 cm. , mientras que el pobre Lisandro no pasaba de los 16 cm. Se pusieron a palmotear como gurises mientras se relamían e intercambiaban miradas pícaras, cargándolo al paisanito. Por más que protestaba, entre todos le sacaron ...