La isla de los castrados IV (FINAL) - Relatos Eróticos

La isla de los castrados IV (FINAL)

... ella, cogió ambas bolas con gran destreza y las apretó y tiró de ellas hacia delante. Eran enormes y colgantes, las mejores para estrujar.

El tipo gritó, sorprendido, pero reaccionó rápido golpeando a la mujer en las costillas antes de que esta le arrancara los huevos de cuajo. Melany tuvo que soltarlo y ambos quedaron tirados en el suelo con sus partes muy doloridas. La rápida reacción del tipo lo había salvado de la castración, pero aún así el apretón y el tirón habían sido considerables, lo que le había hecho mucho daño.

Se agarraba los testículos en posición fetal, lamentando no haber llegado a correrse. El dolor era terrible, sobre todo en el vientre, pero al menos se consoló viendo que la mujer estaba peor que él: temblando y sangrando por el coño.

- ¡Casi me arrancas los huevos, maldita zorra! Pero tranquila, ahora termino el trabajo, solo necesito unos minutos… - dijo el tipo dolorido pero confiado.

Melany estaba tan furiosa y llena de adrenalina que fue capaz de soportar el dolor y empezar a levantarse.

- Lo mismo digo. Ahora termino lo que empecé. – dijo levantándose ante la mirada sorprendida del varón.

Cuando el tipo vio la expresión de Melany, supo que tenía que levantarse o estaría acabado. Tenía tiempo de sobra, pues Melany estaba a cinco metros de él y por la forma en que se estaba levantando no tenía pinta de poder moverse muy rápido. El tipo rodó hasta el árbol más cercano, consciente de que necesitaba algo donde apoyarse para poder ...

... levantarse.

Se agarró al tronco al mismo tiempo que se ponía de rodillas. Luego adelantó una rodilla para apoyar el pie, descubriendo la poca fuerza que tenía en las piernas, que temblaban. Hizo fuerza hacia abajo con la pierna adelantada y tiró con sus fuertes brazos. Empezaba a levantarse cuando sintió el empeine de Melany machacar sus pelotas desde atrás y en carrera. A esa altura Melany pudo patear con una fuerza descomunal.

- Demasiado lento. Te pesan los cojones. – la oyó decir cayendo de nuevo al suelo.

De no tenerlos entre sus manos, el tipo habría jurado que esa patada le había reventado los huevos, ya que el dolor se volvió verdaderamente inaguantable. Tanto que a los pocos segundos no podía respirar y terminó por desmayarse con la cara roja como un tomate. Mientras perdía el conocimiento estaba convencido de que estaba muriendo. “Qué humillación, asesinado por una mujer por una patada en los huevos”, fue su último pensamiento. Pero al macho todavía le quedaba bastante sufrimiento genital que padecer.

- ¡Qué poco aguante! – dijo Melany al ver la poca tolerancia al dolor del sexo masculino.

Con su oponente inconsciente, podía haberlo matado o castrado con suma facilidad, solo bastaba con un buen tirón para separar los vulnerables testículos de su portador. Pero Melany quería disfrutar un poco mas, por lo que se arrodilló sobre la cara del hombre, mirando hacia las piernas de este y, para sorpresa de todos, empezó a acariciar el flácido pene y los hinchados ...