1. Elda, la instructora de la Sección Femenina. I


    Fecha: 26/06/2025, Categorías: Lesbianas Autor: Amor clandestino, Fuente: TodoRelatos

    ... en las que pone «Gloria y honor a los Caídos por España 1936-1939». Acto seguido, decanta la silla de delante de la mesa y me hace un gesto.
    
    –Siéntate, ponte cómoda.
    
    Estoy que no quepo en mi asombro en su manera de tratarme, tan delicadamente por ser como es ella. ¿Y si me está tendiendo una emboscada? En fin, no quiero pensar mal. O... Un momento. ¿Será ella Elda?
    
    Acto seguido, ella se sienta en el sillón. Todavía me siento más menuda a su lado. Ella bien grande, sentada en el majestuoso sillón de cuero, yo bien menuda, sentada en la silla de madera. Me siento a su merced.
    
    –Cándida, yo soy Elda. Elda, nombre de raíz germana que significa «la que batalla incansablemente». Nombre de mujer de estirpe guerrera, lo que yo soy por una España grande y libre. Si por mí fuera, sería la Caudilla de España por la Gracia de Dios. Yo soy la directora de este centro, quien hace y deshace y quien manda aquí con mano de hierro y pobre de quien me desafíe, sea mujer u hombre –dice en un tono de voz autoritario y acto seguido propina un fuerte puñetazo en la mesa con una de sus manazas– Un gusto conocerte.
    
    –El gusto es mío –respondo.
    
    –¿Cuántos años tienes?
    
    –Veintisiete. Tengo veintisiete años.
    
    –Eres bien joven. Incluso pareces más jovencita... En cambio yo tengo 39 años. Soy ya mayor. Por cierto... –de repente me mira inquisitoriamente, algo que me empieza a asustar.
    
    –Sí, dime –respondo, intentando disimular cierto sobresalto.
    
    –¿Eres catalana, sí?
    
    –S... Sí, ...
    ... soy catalana –respondo, con algo de dificultad por temor a su reacción.
    
    –Ya me lo suponía de sobras. Es que tienes un acento tan y tan catalufo...
    
    No sé qué responder. Tampoco me da tiempo, porque ella corta rápidamente en seco el incómodo silencio.
    
    –Ah, y otra cosa –dice, con cierta brusquedad– Tu familia... ¿Es o era roja, verdad? –me pregunta, con severidad.
    
    –Hmmm... –balbuceo, con un marcado temblor de voz. Se me suben todos los colores y mis latidos se aceleran de repente. Me siento de repente muy asustada y afligida. Mis ojos se empañan con intensidad y empiezan a derramar lágrimas.
    
    Ella lo nota, pero en lugar de persistir en presionarme, se levanta del sillón y se acerca a mí. Se agacha delante de mí y me toma la mano con delicadeza. Aunque sin perder la seriedad, su tono de voz se enternece.
    
    –Vale, mira. Investigamos muy bien una vez contratamos a la gente. Y no podemos hacerlo antes porque en ocasiones nos urge contratar. Te voy a ser sincera. Lo sé todo sobre tu familia. Pero... Con tu excelente trabajo, tu saber estar y tu bondad me has dado la garantía de hacer un pacto de favor contigo.
    
    Me quedo sin palabras. Siento como lentamente, sus palabras me apaciguan. Mientras me habla, acaricia mis delicadas manos con dedos de pianista con sus manazas.
    
    –La verdad es que no me equivoco cuando pienso que tu nombre va conforme con tu personalidad. ¡Ay Cándida...! –sube ligeramente la voz– Tan noble, tan dócil, tan ingenua y tan angelical que te veo... ...
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