Al Servicio del Sultán 3 - Relatos Eróticos

Al Servicio del Sultán 3

... dos esclavas para que la ayuden a levantarse y a repetir la operación de hace unos minutos.

Con mi polla y el interior de su culo bien lubricados con aceite, Maira comienza a descender de nuevo, alineando esta vez mi polla con el agujero de su culo, intentando introducirla sin conseguirlo.

El culo de Maira es tan estrecho como dijo Yaritza, y me temo que hoy no voy a poder follármelo, necesita preparación. Apenas he introducido el capullo y Maira ya está llorando y suplicando que me detenga, cosa que hago al momento ya que mi polla parece a punto de estallar.

Aunque no he usado tampoco su boca decido esperar a otra ocasión y me corro sobre su cara y sus tetas.

“Colocarla uno de los tapones anales y luego metedla en la jaula;” ordeno a las esclavas mientras me tumbo en las almohadas abrazado a Zeiga.

30 de Octubre del año 1183 / 11 de Rajab del año 579

Lo primero decir que desde el final de la anterior entrada y durante algún tiempo, será Jimena la que escriba lo que yo le dicte debido a mi lesión en el brazo.

Finalmente permanecemos tres días más en el oasis, que desde ese día pasó a llamarse ‘El Oasis del León’ antes de emprender regreso.

El regreso hacia la Fortaleza Roja se realiza sin ningún problema, aunque con una pequeña sorpresa al llegar a nuestro destino.

Sin dejarnos apenas tiempo para refrescamos un poco, Moussa nos llama a mí y a Zeiga a la pequeña sala del trono, donde le encontramos sentado junto a Sarah, con Laila arrodillada a sus ...

... pies. La tímida princesa parece haber florecido tras pasar estas noches con Moussa y Sarah, no está desnuda, aunque las sedas que lleva no cubren apenas su cuerpo, lo que nos permite ver que no luce la marca de esclava ni lleva ningún tipo de collar.

“No busques la marca de esclava;” me comenta Moussa al ver como recorro el cuerpo de Laila con la mirada. “Ni la tiene ni la tendrá, al igual que tampoco llevará nunca un collar de esclava. He decidido convertirla en mi segunda esposa.”

Tanto Zeiga como yo miramos a Sarah esperando su reacción.

“He sido yo quien se lo he propuesto;” nos dice Sarah, “Laila es una princesa almohade y yo una princesa almorávide, Moussa pertenece a la dinastía fatimí y es el gran aliado de Saladino, perteneciente a la dinastía ayyubí. Que mejor manera de intentar unir a todas las ramas del Islam.”

“¿Y Laila que tiene que decir de todo esto?” pregunta Zeiga mirando a la joven, esperando que sea ella quien conteste.

“No es que tuviese demasiada elección;” contesta Laila con una ligera sonrisa. “Siempre es mejor seguir siendo una mujer libre que una esclava, aunque después de todos los placeres que me han enseñado tu padre y Sarah me habría dado igual ser una esclava para seguir disfrutando de ellos;” añade con una sonrisa más amplia pero con el rostro rojo por la vergüenza.

“Además cualquier cosa es mejor que ser la octava esposa de un Jeque de sesenta años, que no creo que fuese capaz ni tan siquiera de desvirgarme el mismo;” comenta ...