1. Mi única vez en un sitio swinger


    Fecha: 15/09/2017, Categorías: Infidelidad Autor: TitaLaPutita, Fuente: SexoSinTabues

    ... acicalarse el cabello y poniendo cara de viciosa sexual. “¡Ja, ja, ja, ja!”, tronó la carcajada de José, quien se había mantenido callado y ahora fui yo quien sintió celos, preguntándome si de verdad estábamos preparados para una reunión de swingers. “¡Yo no lo permitiría!”, dije sintiendo mucho coraje que le Elvira le lanzara los perros a Eduardo en mi presencia, “Solamente vinimos a acompañarlos”, precisé. En esas estábamos cuando José nos indicó que habíamos llegado. Se trataba de una casa en el Pedregal de San Ángel. Se acercó una persona quien nos abrió las puertas diciendo “Bienvenidos”, le dio un boleto a José y se llevó a estacionar el automóvil. Al interior de la finca, nos preguntaron el nombre de quien había hecho la reservación y pidieron la invitación. José extrajo un sobre de su bolsa donde estaban los datos y también el dinero de la “cooperación” para el sostenimiento de la reunión. Nos preguntaron si era la primera vez que acudíamos a una reunión swinger, cuando dijimos que sí, nos mencionó las reglas y preguntó si había alguna duda. Como afirmamos haberlas entendido, nos dieron un par de llaves, cada una con un brazalete ajustable, y pidieron que pasáramos al camerino para dejar nuestras cosas y ropa. Se trataba de un cuarto de ocho por seis metros con unas cuantas sillas acojinadas y como entre cincuenta y cien lockers altos, con ganchos para ropa. —Pónganse su mejor traje de noche: su piel… Cuando estén listos, pasen a la fiesta por aquella puerta, la otra ...
    ... da a los sanitarios, por si lo requieren antes. —nos dijo con amabilidad la persona que nos acompañó al camerino y se retiró. Había que desnudarse y todos estábamos abochornados. Así que “decidí” ir al baño. “Yo te acompaño”, dijo Elvira de inmediato. —Estoy nerviosa —le confesé cuando estábamos adentro del espacioso baño, el cual tenía espejos, regaderas y retretes con puertas. —Yo también, pero me mata la curiosidad de ver a otros machos encuerados y empalmados. —contestó sonriendo. —¿No te dan celos de que tu marido vea a otras? —pregunté. —A ti, no, él empezó a fantasear contigo y me gustó la idea de desagraviarme viendo a Eduardo así, enfrente de él. —Pues nosotros sólo venimos a ver… y a que nos vean. —dije poniéndole un alto, pero resignándome a dar “cinito”. Una conversación similar a la nuestra se estaba dando en el camerino, según me contó Eduardo después. —¿Vamos a ver si ya están listos nuestros hombres? —preguntó con tono de lujuria. —Ahorita salgo, primero voy a acá. —dije abriendo la puerta que daba a uno de los retretes, y me metí para terminar con esa plática que me molestaba. Elvira me esperó a que terminara de orinar, en tanto que aprovechó para darle unos toques a su maquillaje. —Lo mejor de tu edad es que no necesitas de afeites para tener una cara de ángel. —me dijo cuando me vi en el espejo para corroborar que estaba presentable. Solamente sonreí. Al salir al camerino, nuestros hombres ya estaban sin ropa y bromeaban sobre nuestra tardanza. “Ya estamos ...
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