1. Con el jefe de su marido. Ella cuenta yo escribo, pusimos todo para contártelo


    Fecha: 28/12/2017, Categorías: Sexo con Maduras Infidelidad Autor: Lobo Feroz, Fuente: CuentoRelatos

    ... tendría un buen ángulo para deleitarse mirándomela. Un paso detrás me sigue por el pasillo, tenemos dos baños, lo llevo al principal, el más alejado, necesito sentir por más tiempo ese cuerpo tan cercano que puedo sentir su aliento rozando los vellos de mi cuello, sentir ese escozor entre las piernas que no había vuelto a sentir desde aquella vez en la escuela el profe de física me acompañó al archivo para buscar unos mapas y en un recodo del pasillo se puso detrás de mí y me abrazó por sorpresa. Nuevamente esa agradable sensación volvió para instalarse entre mis piernas, este hombre también mayor, me hace vivir esa misma sensación. Me detengo en la puerta, demoro un instante para permitirle que pegue a mi trasero, usando la detención como excusa para justificarlo que colocara sus manos en mi cintura. Sentía sus manos, a cada lado, suaves pero con la firmeza de quien está tomando algo que le agrada demasiado. Giré la cara para mirarlo. Las miradas decían mucho, explicaban tanto, seguía sintiendo, ahora con más fuerza, el aliento del hombre, me hacía erizar los vellos del cuello, encender los motores de la pasión, el sexo comienza a dar respuestas a la hoguera que acaba de encender cuando en un rapto de atrevimiento acercó sus labios más de lo debido. Sentí el roce de sus labios, algo húmedos y todos mis pudores se incendiaron en la hoguera que había encendido con ese beso atrevido. Pediste perdón, que solo fue un tropiezo, un accidente, que lo disculpe. Recuerdo que solo te ...
    ... miré, sin decir nada, abrí la puerta para que pases, para dejar que me vieras por el espejo, espiando como te lavabas las manos… Al salir dejé que me acompañaras, quería sentir la caricia de tu mirada, por eso me contoneaba las caderas, quería sentir el placer de excitarte, de ponerte incómodo, disfrutar con producirte una erección y estar obligado a disimularlo. Sentados a la mesa con mi marido compartían cervezas, te habías sentado frente de mí, yo había elegido sentarme en el sofá, a las espaldas de mi marido y frente de ti, quería, necesitaba regalarte el espectáculo de ver lo que habías causado recibiendo tu aliento de macho en mi cuello. La espalda cómplice de mi marido le ponía pimienta al espectáculo que te estaba por regalar. Podía escucharlos conversar y el trabajo que te costaba mantener algo de coherencia en lo que decías, sabiendo que todos tus sentidos estaban puestos en mis piernas y del modo que las movía, elevando las rodillas, abriendo y cerrando las piernas como en una actitud totalmente accidental, de modo que pudieras ver hasta bien adentro, entre mis piernas, que casi pudieras ver los finos vellos que excedían el marco de la tanga. Podía sentir tu calor, el rubor de tus mejillas para disimular, hasta la forma de acomodarte para que no se notara como tu miembro comenzaba a replicar el efecto de mi exhibición. Había cumplido con el pedido de Carlos, ya te había despertado los instintos de cazador, aunque la presa también había sido seducida por tu atrevida ...
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