Carta a una antigua amante (I)
Fecha: 17/12/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Amadísima Esperanza: Tienes muchísima razón en tu carta al decirme que estas son mucho más personales que los e-mail. Si te llegó bien el que te envié el viernes 9 pasado, recordarás que al final del primer párrafo puse la leyenda CENSURADO. Fue porque suspendí su redacción para comenzar esta. Te hablaba, allí, de cómo vuelan mis recuerdos y de la excitación que estos me despiertan. Y no es para mí extraño alcanzar temperatura. Recuerdo muy bien aquel viaje por Andalucía, y al asiento trasero del auto de Carlitos -al que hace varios años que no veo- donde tú y yo manteníamos cierta clase de apareamiento, evitando con mi chamarra o la tuya las miradas indiscretas de la insípida Silvia. Si acaso Carlos lo notaba, nunca me comentó nada. Pero a mí me encantaba cuando te recostabas sobre mi pecho, subiendo tus piernas arrodilladas al asiento y apretándote contra mi cuerpo. Te cubría con la campera y por debajo de ella, mi mano derecha violaba la intimidad de tu falda, te acariciaba despacito subiendo desde los tobillos y, a medida que aumentaba la agitación de tu piel, la deslizaba insistentemente por tu entrepierna, la introducía en tu ropa interior y casi sin que te dieras cuenta, pero advirtiendo que lo anhelabas, lograba quitarte suavemente la bombacha regalándome tu permiso la urgencia de las partes más privadas de tu atractivo, urgencia que denunciaba tu respiración entrecortada. Sintiendo el aumento de tu apetito, que crecía con la misma intensidad con la que se hinchaba ...
... en mí algo más que la envergadura de mi pasión, me deleitaba incrementando lentamente tu placer, acariciándote la cabellera con mi mano izquierda, besando suavemente la tierna frescura de tu cuello y deslizando mis labios hacia abajo hasta alcanzar la turgencia de tus pechos ya desnudos, vulnerada la resistencia del sostén que los defendía con un fugaz movimiento de mi mano derecha que aprovechó un descuido de tu conciencia embriagada. Te tenía así, mis labios disfrutando la dulzura de tu piel y mi lengua dibujando interminables cielos en las recias cimas de tus pechos; te tenía así, firmemente controlada con mi mano en la hendidura de tus piernas, agasajando cada centímetro de tu hermoso trasero que se entregaba solícito a mis vehementes requerimientos, apretando más y más tu cuerpo contra el mío e invadiendo mis dedos otros labios que no eran los de tu boca, ocupada ya en descontrolar mis sentidos sobornando el lóbulo de mis orejas. Te tenía así, dominando cada instante de tu excitación para hacerla estallar cuando yo quisiera, en el momento oportuno, incrementándola al estirar mis piernas hacia adelante y haciéndote palpar, así, la impetuosa dureza que, aprisionada en mi pantalón, pugnaba por conocer el estuche húmedo y delicioso en el que mi mano tanto se demoraba, deseosa por recibir antes las mismas atenciones que lograban mis orejas de tu boca sedienta. En momentos así, lo recuerdo ahora como si lo estuviera viviendo, tus manos buscaban un poco de espacio entre nuestros ...