El autobus
Fecha: 14/12/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... acercar mas mi bulto hacia ella. Mi mano se movía lenta pero firme, follando aquel coño que se expandía como el universo en el big bang, mientras me seguía inclinando hacia ella, mi boca cerca de su oído, lo justo para que me pudiese oír en voz muy baja: Te gusta, puta?. Su mirada fue la respuesta. Expresaba no solo lujuria y placer, sino también asentimiento, consentimiento y sumisión. Aquella zorra estaba dispuesta a lo que sea, y decidí que debía hacer algo más: Suéltate del cornudo de tu marido, y magreame la poya, pedazo de guarra!!! Al momento, ella soltó a su marido, que no pareció darle importancia y siguió viajando plácidamente. Su mano izquierda siguió sujeta arriba, pero su mano derecha se dirigió detrás suya, tanteando primero mi pierna y luego mi paquete. Mi mano izquierda seguía clavando mis dedos hasta el tope en aquel coño que chorreaba tanto que por mi mano bajaba su humedad, pringando la tela de su vestido que estaba en contacto con ella. Por su parte, sus dedos comenzaron a bajar hábilmente mi cremallera, se introdujo en su interior, y no tuvo problemas en alcanzar una poya que estaba fuera del boxer por fuerza de erección, y comenzó a agarrarla con fuerza, masajeándola a duras penas por lo apretado del pantalón, pero con ganas como jamás me lo había hecho mi novia en los dos años que estuvimos juntos. En un movimiento brusco del autobús, su cercanía a mi cara le permitió un giro ...
... decidido que le permitió decirme: Voy a correrme cariño, no pares por favor. Aquello fue demasiado. Noté sus convulsiones a los pocos segundos. Al soltarse de su marido, pudo ejercitar sus espasmos y temblores orgásmicos mucho mas libremente, y aunque estoy seguro que alguien debió percibir algo raro, ese no fue aquel cornudo feliz. Al momento, mi cipote dejaba en la tersura de aquella mano cuidada y bien trabajada por la manicura unos chorreones de leche abundante, espesa, a gran temperatura, que me hizo ver el cielo, y más aún cuando ví a mi dulce amante retirar lentamente la mano, y dirigirla hacia arriba, girar la cara para evitar ser vista por su marido, y en rápidos lametones limpiar aquel puré espeso y pringoso que desapareció en un visto y no visto dentro de su garganta. Su delicadeza le permitió hacerlo con el cuidado preciso para mantener mi poya dentro del pantalón, mientras mi mano se había retirado dulcemente de su coño, no sin antes mojar su ojete un poquito para probar la temperatura de su ano, que me recibió con igual diligencia que su otro agujerito mientras ella se corría. Lo demás fue todo muy rápido. El autobús se paró de nuevo, y ella se separó bruscamente de mí, acompañando a su pareja fuera del autobús, caminando con dificultad, sonriendo y, en el último momento, mirando por el encima del hombro para regalarme una sonrisa que esta vez no fue de lujuria. Fue de agradecimiento.