1. El regalo prometido: una noche con mi cuñada


    Fecha: 28/11/2017, Categorías: Incesto Sexo en Grupo Autor: Médico, Fuente: CuentoRelatos

    ... mi mujer, pero ver salir a Sonia, mi cuñada, de su casa al pasar por ella, créanme que hizo que mi miembro empezara a aumentar de tamaño: blusa blanca abotonada por delante que dejaba ver claramente que no llevaba sujetador, minifalda estrecha negra que dejaba contemplar sus preciosas piernas, pero que dejaba ver también que marcado por debajo de la tela, una pequeña tanga que se metía entre sus dos preciosas nalgas, sin medias y unas zapatillas de pulsera que parecían guantes a sus bellos pies. Llegar al lugar que habíamos escogido para celebrar y ver como los ojos de otros hombres que se encontraban en la discoteca se clavaban en ellas, hizo que me sintiera orgulloso de ir con dos verdaderos cromos pero también aumentó mi erección a tal grado que era ya notoria en mi pantalón. Pasaron las horas y desde luego, consumíamos tragos libremente. Yo me alternaba los bailes con las dos hermanas, aunque no intenté nada en ese momento con mi cuñada. Considerando que era el momento, me di cuenta que tenía al alcance de mis manos a ambas mujeres, al encontrarnos sentados los tres alrededor de una pequeña mesa circular. Deslicé mi mano derecha por debajo del mantel de la mesa, y la coloque sobre la pierna de mi cuñada, apretando fuertemente su aterciopelado muslo, para evitar que la alejara como fue su primera reacción. Cruzó su mirada con la mía y sentí como aflojó la pierna en señal inconfundible de que la entregaba a la mano atrevida. Deslizando mi mano ya sin impedimentos sobre ...
    ... toda su pierna, metí la otra también bajo la mesa y metiéndola por la abertura de la falda de mi esposa, la coloque también sobre su pierna, sobándola a mi antojo. El cuadro no podía ser más excitante para mí. Tocaba a mi antojo a las dos mujeres que más he deseado en mi vida, atreviéndome cada vez más con ambas manos. La respiración de ambas se agitó visiblemente, cuando coloque ambas manos, una de cada lado, sobre la vagina de cada una. Sonia, mi cuñada, tenía apenas un pequeño pedazo de tela, que cubría muy forzadamente la abundante mata de vello púbico y Martha, mi mujer, no llevaba absolutamente nada por debajo de la larga falda. Frotando ambas entrepiernas por largo rato y sintiendo como ambas rajadas iban humedeciéndose, les propuse irnos de ese lugar. Por ser de transmisión automática, nuestro auto permitió que nos sentáramos los tres en el asiento delantero, quedando mi cuñada entre mi esposa y yo. Empecé a avanzar rumbo a un motel cercano, metiendo la mano descaradamente entre las piernas de mi cuñada, incluso tocando ya su clítoris que se erguía poderoso por debajo del mini calzón, mientras mi esposa, en una reacción inesperada para mí, pero sin duda como consecuencia de la excitación y de los tragos consumidos por ambas, se frotaba acaloradamente su entrepierna, mientras ambas hermanas se besaban en la boca apasionadamente. Al llegar al cuarto del motel, de inmediato tendí sobre la cama a mi excitadísima cuñada, besando ardientemente su boca, entrelazando mi lengua ...