1. Sorpresas te da la vida


    Fecha: 08/09/2017, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... para lanzar, en albricias, cohete alguno, que la sangre al río ni hablar de llegar, pues todo reducíase a permitir que, de vez en cuando, la tomara de la manita, aunque, a veces, el despendole podía llegar a tomarla yo de la cintura, arrimándomela pelín más allá de lo que las buenas normas aconsejaban, sin negarse, apartarse, ella en absoluto, aunque a veces rezongara con algo así ¡Ay Toñito, que me parece quieres ir demasiado deprisa!... Y te digo, ten más cuidado no sea que un día te la pegues bien pegada… Pero en fin, que de ahí, los “truenos” nunca pasaban. Creo que fue el sábado que a Marina le dio por llevarme a un lugar en verdad paradisíaco, la ermita y Parque de San Blas, una enorme zona verde dentro de la misma ciudad, pero con la ilusión de estar separada de ella por un muro invisible que salvara el lugar de los ruidos e inclemencias del suelo urbano; pues allí todo era silencio, rumor del agua del agua corriendo por las acequias y, como mucho, la brisa del aire corriendo, a su albedrío, entre los árboles, pinos, carrascas, cipreses, sabinas, castaños, cedros, boj, encinas, madroños, tejos, álamos blancos… Con sus paseos y bancadas, invitando al viandante a sentarse a la umbría a descansar tras un largo paseo, con la ermita del Santo, San Blas, en el centro del parque erigido en su honor… Aunque no esté yo muy seguro de qué fue primero, si el parque o la ermita. En fin que el lugar más, acogedor, más apacible… Incluso más íntimo tampoco podía ser para parejitas ...
    ... muy, muy amarteladas, con sus mini praderas alfombradas de verdadera yerba que hasta alta podía ser acá y acuyá, separadas o rodeando recónditos paseos llenos de magia, la que cada parejita quisiera darle, conferirle, en su dulce deambular… O extendidos entre macizos de árboles de variado tipo que, a veces, sombreaban las escuetas y abiertas praderas La verdad es que aquello me enamoró; no sé cómo cabría decirlo, pero para mí, lo más parecido fue como si, de pronto, me internara, nos internáramos, Marina y yo en aquél mítico Paraíso Terrenal en que, según la Biblia, Dios al principio puso al Hombre… Pero un Paraíso Terrenal sin Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal; un Paraíso Terrenal, sin Serpiente… sin, siquiera, Adán ni Eva, sino nosotros; nosotros solos: Ella y yo, Marina y yo, Antonio…Anduvimos por allí, por los paseos, las arboledas, incluso se dio un momento que hasta nos sentimos un tanto retozones, con los dos tumbados en la yerba de una de esas praderas, girando ambos a todo girar, aunque más exacto sería decir, que revolcándonos a modo y manera, como dos críos… Hasta que las cosas pasaron a no ser nada de críos, cuando, sin buscarlo, casi sin darnos cuenta, de las chiquilladas, los juegos, más menos, propios de niños, pasamos a juegos de mayores; de hombre y mujer adultos que, como adultos, se buscaban, besándonos como los hombres y las mujeres se besan, dándonos la lengua en la caricia, poniendo en ello, además, no ya toda nuestra pasión de hombre y mujer ya ...
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