1. Los pechos de mi mujer y mis enormes testículos


    Fecha: 23/11/2017, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... encontraba desnudo a gatas, buscando en el suelo sobre la alfombrilla de los pies de mi esposa un pendiente que se le había caído a ella al suelo, el perrito se me acercó por atrás inadvertidamente y sin que lo notase me mordió con fuerza en uno de mis gordos testículos con sus pequeños dientes. Me quedé encogido por el dolor, completamente inmovilizado, cayendo de bruces sobre la alfombra mientras el chucho quedaba colgando de mis huevos. Percibí con terror como me quedaba totalmente sin fuerzas, completamente inmovilizado y a su completa merced, mientas mi voluntad de resistencia abandonaba poco a poco mi cuerpo en tanto el bicho seguía devorando tranquilamente mis cojones en silencio, tal y como he observado en algunos documentales que hacen los leones cuando abaten a los búfalos cafres, a quienes castran para dejarlos sin fuerzas con las que oponer resistencia. Afortunadamente, mi mujer notó que me pasaba algo al verme tan quieto y, levantándose de la cama, trató de liberar mis testículos, forcejeando un buen rato con su mascota, que no se resignaba a soltar su trofeo y estuvo a punto de arrancármelos con sus dientecillos afilados como alfileres. No obstante, he de confesar que antes de intervenir transcurrieron unos instantes interminables mientras por el rabillo del ojo alcanzaba a vislumbrar como mi mujer, sentada en la cama, contemplaba la escena sin decidirse a intervenir, con una sonrisa perversa en su bello rostro y acariciando suavemente su clítoris. Cuando por ...
    ... fin se decidió a auxiliarme, cogió al animalito con sus manos y tiró de él suavemente, pero el perrito se negaba a soltarlos y gruñía salvajemente. Por ello, mi mujer lo volvió a dejar en el suelo, explicándome que temía que me desgarrase de persistir en sus tirones y que antes o después su mascota se cansaría, debiendo yo limitarme a esperar con resignación, pues no consideraba que con sus pequeñísimos dientes fuese capaz de hacerme mucho más daño con su persistente mordisqueo. Parecía, pues, incapaz de imaginar el fuego ardiente que sentía en los testículos, tan doloroso era que llegué a desear que me los arrancase y terminase mi sufrimiento. Mientras tanto, inexplicablemente pese al enorme sufrimiento que me atenazaba el alma conforme el chucho devoraba lenta e impunemente mis cojones y anulaba con maestra eficiencia cualquier intento de resistencia por mi parte, totalmente privado de fuerzas y voluntad, eyaculé con una corrida demencial, como llevaba años sin hacerlo, poniendo perdido el suelo. Fue entonces cuando por fin el animalito soltó a su vencida presa, sin necesidad de la escasa ayuda que me prestaba mi mujer, para pasar a lamer tranquilamente el abundante semen esparcido en la alfombrilla de pies de mi esposa, mientras mi mujer lo miraba con devoción, acariciándolo, y se reía ya abiertamente, pese a verme encogido y gimoteante, goteando sangre por los diminutos y abundantes orificios que sus dientecillos habían dejado en mi bolsa escrotal. Pese a mis quejas y al ...