Los pechos de mi mujer y mis enormes testículos
Fecha: 23/11/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... sabió a néctar. Mientras yo la lamía, ella se retorcía salvajemente en la cama, me tirada del pelo y subía las piernas para que mi lengua penetrase más profundamente, liberándola de la semilla depositada. Más tarde me confesó que había permitido a este hombre, de quien nunca supe ya nada más salvo que era más joven que la mayoría de sus amantes, correrse dentro de ella sin protección, al reparar en que no tenían preservativos a mano, porque se le aproximaba la regla y no temía demasiado por un embarazo imprevisto, aunque luego creyó conveniente eliminar su abundante simiente en el lavabo, cambiando de opinión al verme tan excitado y aprovechando la mayor capacidad limpiadora de mi lengua; al parecer, en el caso de los adolescentes y el titán negro durante aquellas vacaciones fue distinto, porque en esa época de soltera tomaba pastillas anticonceptivas. A partir de este momento y sabiendo de mis recién descubiertos gustos, solía hacer el amor sin protección, volviendo a casa rellena de crema como un delicioso bollito de leche, pero sólo de aquellos hombres casados de los que sabía con certeza que estaban vasectomizados, y durante sus salidas ambos paladeábamos anticipadamente nuestro reencuentro y mis inmediatas libaciones. Otras veces traía los condones anudados de sus amantes, cuando éstos no estaban privados de su capacidad procreadora, por lo general un par de ejemplares por noche, y desatándolos con malicia los escurría y frotaba con la planta de sus pies para que yo los ...
... lamiese mientras ella me pajeaba lentamente. Por supuesto, al acabar mi corrida solía recoger parte de los numerosísimos grumos espesos y abundantes de esperma que yo había vertido y se los frotaba nuevamente entre los dedos de los pies, comenzando de nuevo el juego hasta que me indigestaba con tal atracón de gelatina. Por lo que ven, nuestra vida de pareja, aunque en absoluto convencional, se desarrollaba a plena satisfacción de ambos. El único conflicto que se nos planteó en un cierto momento, tras los primeros diez años de casados, fue su deseo de maternidad, por lo que durante unas semanas me dejó inseminarla casi a diario, pese a que mis ya alcanzados cincuenta y cinco años me lo ponían difícil, aunque desgraciadamente se reveló luego que estos testículos enormes, que tanto llegaron a enorgullecerme en el pasado por su vitalidad y potencia sexual, en realidad producían una cantidad normal tirando a baja de espermatozoides. El problema radicaba, según nos explicó un especialista en fertilidad, en que la densidad de los espermatozoides, diluidos en tal volumen de eyaculación, era sumamente baja, insuficiente pues como para dejarla embarazada. Al no poderse concentrar mi semen con los medios técnicos en aquel entonces disponibles, no había ninguna posibilidad de una inseminación efectiva. Como ella no contemplaba la adopción, finalmente me pidió que la dejase preñar por su jefe, ya jubilado pero que se conservaba muy bien, por supuesto sin que éste supiese que era el padre ...