1. Los pechos de mi mujer y mis enormes testículos


    Fecha: 23/11/2017, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... lo dejó por no conseguir que se divorciase de su mujer y, entonces comenzó a salir conmigo, para darle celos. De hecho, me confesó que tras nuestra aventura veraniega consideró su boda conmigo como una forma de venganza hacia su jefe, de quien seguía hondamente enamorada. En general, durante nuestro matrimonio a su jefe le dedicaba sólo un día por semana, como a mi, o a lo sumo dos, pues le costaba pretextar sus ausencias de su domicilio, aunque él aprovechaba mejor estos momentos en los lujosos hoteles a los que la llevaba a pasar la noche, alegando motivos de trabajo, donde solían acabar durmiendo en el jacuzzi de la suite tras las sesiones maratonianas de sexo que los dejaban extenuados. No es necesario explicar que tras tales encuentros mis posibilidades de copular con mi mujer disminuían drásticamente, debiendo calmarme yo mismo. La ascendencia de este hombre sobre mi mujer era tal que consiguió que se perforase los labios vaginales con piercings de platino que él le financió y luego la convenció de horadar sus gruesos pezones con aros cubiertos de diamantes que debieron costarle una fortuna y con los que me enteré que le pajeaba diestramente. Al parecer, por raro que pueda sonar, su jefe estaba muy celoso de mi y trataba de convencerla de que me rehuyese en el sexo, algo que no terminó de conseguir, aunque estuvo bastante cerca, reduciéndose nuestros encuentros maritales a no más de una vez al mes, para mi desesperación y su goce. Además, con el tiempo supe que mi ...
    ... mujer solía complementar sus apremiantes necesidades sexuales con relaciones esporádicas e intermitentes, de las que yo normalmente no llegaba a saber gran cosa salvo que siempre eran hombres casados y en general bastante mayores que ella, aunque no me importaba desconocer los detalles, tal era el placer de poseerla aunque fuese sólo una vez al mes, normalmente en la mañana de un sábado. De hecho, en sus salidas de aventuras, que percibía siempre aunque tratase de ocultarme sus propósitos, simulando que iba de compras o con amigas, aguardaba siempre su regreso con impaciencia para tratar de hacerle el amor, aunque normalmente no me dejaba. Un día en que llego más tarde que de costumbre, quizás animada por nuestro acuerdo tácito de no hacernos preguntas, percibí un fuerte olor a semen tras seguirla al cuarto de baño mientras ella se desnudaba. Al entrar y quedarme ensimismado mirando su tanga, que delataba una humedad sospechosa, con el rabillo del ojo vi que sonreía maliciosamente y tendía hacia mi ambas manos, para guiarme hacia el borde de la cama, donde se recostó y abrió las piernas. El impulso fue irresistible y, arrodillándome, aparté la tirilla de tela y comencé a chupar su raja empapada, de la que rebosaba una densa lengua de blanco semen de fuerte olor. Me sorprendió que no me produjese repulsión el acto, más bien me excitaba sobremanera y el gusto metálico de sus fluidos íntimos mezclados con las abundantes corridas del amante desconocido (luego supe que fueron tres) me ...
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