Súper puta
Fecha: 22/11/2017,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... nalgueaban para escuchar mis quejas, las que el pendejo amordazó poniéndome un pañuelo en la boca,me mordían la cola y me escupían. ¡uuuuf, parece que fueras virgen mamita, te meás encima por poco de lo alzada que estás! Me encantan esos pelitos rubios! Y ese culito pide verga urgente! Podía escucharlos decir, cuando tenía mi primer orgasmo, culpa de los dedos que frotaban mi clítoris y mi ano indefenso. Ellos lo notaron porque estallé en flujos, gemidos, escalofríos, y porque mis piernas se vencían desobedientes a mi cerebro racional. Entonces, el grandote me sacó el pañuelo de la boca y me preguntaba mientras me daba cachetadas: ¡y ahora qué querés putita, eee? Querés pija no? Querés lechita nenita petera? Ahora vamos a ver cómo te portás mamando pijas! Ahí el pintor me vendó los ojos, me sacó la bombacha, me la refregó en la nariz mientras me gritaba: ¡mirá el olor a putita que tenés, estás muy caliente pendeja!, y me arrodilló a la fuerza en una tarima donde pronto me hizo pajearlo, a él y a sus amigos. No sabía cuál era la pija de quién. Pero, sí sé que la paja no duró demasiado, porque enseguida mi boca era destinataria de gotas de presemen, de cogiditas y golpesitos. Entraba una, salía la otra, se colmaban de mi saliva a cambio de convidarme de sus olores y sabores, me obligaban a lamerlas, apretarlas, escupirle sus bolas y a gemir pidiéndoles la lechita. ¡haber cómo nos pide la lechita la bebé? Cómo abre la boquita y se toma la mamadera la cochina?!, me decían entre ...
... todos, cuando yo hasta eructaba de tantas atragantadas. Incluso uno de ellos me hacía provechitos en la espalda, justo cuando otro me llenó la boca de semen. No me desagradó el sabor, ni que lo hiciera sin alertarme. De hecho, con esa determinación me animé a chupar más lanzada, desatada, y hasta se me ocurrió pedirles que me hagan lamer sus dedos junto a sus pitos. Creo que la del pendejo era la más chiquita, pero segregaba tanto juguito que, necesitaba ese chupetito en mi lengua todo el tiempo. Pero, justo cuando, atando cabos, descubro que el pintor estaba presto a largarme su lechita en la cara, el grandote dijo: ¡no no no, basta de enviciarte putita! Ahora nos vas a dar conchita! Qué dicen muchachos?! Y todos celebraron tamaña decisión. Entre dos me levantaron, mientras sentía que las rodillas me ardían de tanta fricción, y de pronto estaba en los brazos del pendejo. Ya no tenía los ojos vendados, por lo que entonces podía mirar a los ojos al pintor cuando mamaba mis pechos mientras yo lo pajeaba, y la verga del pendejo me empomaba la argolla con unos movimientos apurados que me hacían gemir. Al ratito, el pendejo retiró su carne de mi concha para punzar varias veces en mi culo, hasta que por fin logró transgredirlo. En ese segundo creo que agradecí que no fuera el zocotroco del pintor, porque, como hacía mucho que mi marido no me lo visitaba, lo tenía cerradito, casi tanto como a mi vagina. El pintor me abrió las piernas, me escupió la vulva y, en un momento me la calzó ...