1. El semental de confianza -4 (Final)


    Fecha: 24/08/2019, Categorías: Infidelidad Sexo en Grupo Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos

    ... Ramón se puso de pié después de la suculenta cena, Ana se arrodilló frente a él y comenzó a besar sus pies mientras el albañil encendía un cigarro. Subió por su cuerpo, besándolo y lamiéndolo hasta llegar al deleite máximo: su enorme, moreno y venoso pene, la droga que la tenía presa del albañil. “¿Qué te gustaría hacer?”, preguntó ella con su habitual tono. “¿Qué quieres que te haga, papacito?”, repetía y repetía. “Quiero tocarte por adentro otra vez”, contestó Ramón. “Me gustaría meterte el brazo por el culo, preciosa”. “¡Ay, no!”, contestó Ana, con una sonrisa fingida. “Te va a molestar menos”, le aseguró Ramón. “Quiero tocarte por dentro”. En su completa sumisión, Ana caminó hacia el mismo lugar donde Ramón le metió su mano la primera vez. Se puso de rodillas y abrió con sus manos sus nalgas, accediendo al espontáneo deseo del albañil. “Pretendo llegarte más adentro”, Ramón advirtió. “No creo que haga esto con tu madre y tus hermanas y por eso me quiero dar gusto contigo”, dijo al tiempo que comenzó a besar su ano, escupiéndolo y lubricándolo con sus propios jugos vaginales. Comenzó con extremo cuidado y pasión, insertando su dedo medio, haciendo gemir a su bella amante. Uno a uno fue insertando sus largos dedos hasta tener los cinco rodeados por su delicioso ano. Comenzó a juguetear, tratándolos de abrir, pero sus discretos gemidos lo concentraron en avanzar lentamente, escupiendo frecuentemente para lubricarla mejor. Ana suspiraba del raro placer que le daba obedecer ...
    ... ciegamente los deseos de Ramón, de exhibirse ante él, de que la viera y sintiera completamente suya, mientras el albañil sentía en su puño la tibia suavidad de sus entrañas, una vez más, usándola como le gustaba. Sin quejas como la primera vez, Ramón pasó la débil defensa con su puño cerrado al interior de Ana, gozando una vez más el espectáculo de verlo ajustarse rápidamente a su brazo, avanzando con firme suavidad al interior, mientras ella aumentaba el volumen y frecuencia de sus gemidos, tratando de reacomodarse para evitar la incomodidad inherente al inusual acto. “Espero que no me vayas a zurrar, preciosa”, dijo Ramón, besándole sus bellas nalgas, mientras su brazo ya se encontraba a más de la mitad dentro del recto. Ana veía entre sus muslos el pene del albañil y juraría que estaba más, mucho más grande, al sentir su dureza tocarla. Ramón continuó sin importarle mucho lo que Ana sintiera y logró llegar hasta su codo, pero ella no pudo más y le imploró que retrocediera, pero Ramón se quedó inmóvil, sintiéndola, usándola como ella lo usaba; un mero objeto de placer enmarcado en una bellísima mujer que era suya, cuando él quisiera. Minutos después accedió a dejarla libre. Lentamente retiró su brazo, cayendo Ana exhausta y adolorida, pero no permaneció mucho tiempo así. Con el ano aún semi-abierto, ella se rrodilló ante él y comenzó a mamárselo de nuevo. Mientras lo mamaba con pasión, con sus dos manos alrededor, pensaba como se desharía de ese tremendo vicio. El plazo de ...
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