Nuestro naufragio
Fecha: 10/08/2019,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos
Vanessa y yo salimos de la pensión temprano por la mañana. Bajamos la escalinata que nos llevaba al paseo marítimo dando sonoros chancletazos por cada escalón que pisábamos. Era divertido estar de vacaciones en un lugar donde nadie te conoce. Vanessa cubría su hermoso cuerpo con un pareo de color celeste que dejaba ver su top abrochado en medio de sus tetas con un floreado nudo; yo iba ataviado con un bañador estampado y una camiseta de tiras. Nos mirábamos de hito en hito y sonreíamos felices. Ni mucho menos pensábamos en que nos pudiera suceder cualquier desgracia, como así fue. Llegamos a la playa y nos despojamos de las vestiduras superfluas para sumergirnos en las templadas aguas de aquel mar. Luego caminamos por la orilla cogidos de la mano. Divisamos unos hidropedales aparcados en la arena y preguntamos precio para alquilar uno. El dueño nos dijo que eran gratis, una cortesía del ayuntamiento de aquel pueblo costero a favor del turismo; eso sí, nos pidió nuestros datos, dónde nos alojábamos y una firma. Después nos dirigió unas palabras: "No os alejéis a más de medio kilómetro de la costa, a esa distancia suelen haber corrientes marinas que os pueden arrastrar lejos, tened precaución, cuando notéis que el hidropedal se balancea más de lo normal, comenzad a pedalear fuerte y virad con el timón a un lado o a otro, con decisión, de otro modo la corriente nadie sabe adónde os llevará." "Descuide, jefe, tendremos cuidado, ¿verdad Vanessa?", dije; "Claro, Luis", dijo ella ...
esbozando una sonrisa. Salimos con el hidropedal y nos alejamos de la costa con un potente pedaleo. Nos detuvimos lejos, aunque todavía podíamos ver las sombrillas y hamacas de los bañistas. El sol apretaba calentando nuestra piel. Vanessa comenzó a acariciar mi pene sobre la tela del bañador, como al descuido; yo agarré su cara y estrujé sus labios contra los míos. Ella se apartó un poco y comenzó a besarme con delicadeza, cosa que yo agradecí palpándole los pechos tapados por el top. Al final, la sesión amorosa terminó con sendas masturbaciones: ella sacó mi cipote del bañador por la portañuela abotonada de mi bañador y me pajeó; yo metí mis dedos en el interior de su tanga y la pajeé. Los dos notamos el exagerado balanceo de la nave, pero, por supuesto, sólo nos prestamos atenciones a nosotros mismos. Cuando nos percatamos del error que habíamos cometido era demasiado tarde: una fuerte corriente nos había alejado tanto de la orilla que nos era imposible saber dónde nos encontrábamos, y empezamos a incomodarnos. Llevábamos más de doce horas en aquel inhóspito islote perdido, sin comida ni bebida: el hidropedal que alquilamos para dar un paseo por la bahía de aquel bonito pueblo turístico había sido arrastrado por una fuerte corriente que nos alejaba de la costa, y Vanessa y yo habíamos optado por apearnos y nadar hasta un punto lejano de tierra que habíamos podido ver durante nuestros azarosos desplazamientos: ambos somos jóvenes, atléticos, confiábamos en conseguirlo y eso ...