1. El secreto de Rita Culazzo (segunda parte)


    Fecha: 28/07/2019, Categorías: Incesto Infidelidad Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... aceptando el hecho de que iban a volver a su casa sin conseguir su objetivo. Yo celebré para mis adentros y luego, con gesto tan altanero como ingenuo, hice caso a la recomendación de mi madre y me retiré a mi habitación primero que nadie. Antes pasé por el baño y, mientras me realizaba el correspondiente aseo dental, reí pensando en la mala suerte de mis primos: ni una prenda le habían podido quitar a mi madre. También sentí el alivio de haberme equivocado al pensar mal de ella: quizá no era tan puta. Pero mientras me enjuagaba la boca me di cuenta de mi infantil error: había dejado a mi madre sola en el living a merced de esos dos animales salvajes desesperados. ¿Y si intentaban violarla? Al advertir este hecho, escupí el último buche de agua y rápidamente me dirigí rumbo a la sala; pero ya era tarde, así que no llegué a mi destino final, sino que me quedé espiando oculto en el penumbroso descanso de la escalera. Desde allí tenía una vista perfecta de lo que ocurría abajo. Y lo que ocurría era que los calientes muchachos habían decidido jugarse la última carta que les quedaba. Y cuando digo carta, me refiero a que cada uno había sacado un as de su manga; o mejor dicho, de su bragueta. Ambos –vaya uno a saber con qué excusa; o sin ella– se habían desnudado por completo. Sus descomunales vergas estaban erguidas como mástiles apuntando hacia mi madre. Eran tan largas y gruesas que realmente inspiraban respeto. Mi madre las contemplaba con la boca semiabierta y los ojos más ...
    ... grandes que personaje de Animé, completamente fascinada con aquellos pollones enormes que saltaban hacia arriba amenazantes en cada palpitación como si fueran segunderos de reloj. –Mirá lo que tenemos para vos, perra –le dijo Lautaro exhibiendo orgulloso su fantástica herramienta. Antes de que mi madre saliera de su asombro, Daniel le tomó con firmeza la falda del vestido y se lo arrancó de un fuerte tirón. Los botones frontales de la prenda saltaron por los aires y la hembra quedó desnuda en el acto. No recuerdo si no llevaba sostén o éste le fue arrancado junto con el vestido, pero sí recuerdo cómo sus grandiosas ubres brotaron monstruosamente de su pecho: saltaron hacia adelante y quedaron bamboleándose frente a los desorbitados ojos de sus sobrinos, y frente a aquellas ingentes vergas que cada vez latían con más fuerza. Me costó unos cuantos segundos salir del pasmoso embeleso que me causó aquella inmensidad de carne reunida en la sala y otros tantos verificar que mi curvilínea madre en realidad no estaba totalmente desnuda, sino que llevaba puesta una minúscula tanguita de morada transparencia. Ésta era tan pequeña que apenas se divisaba desde mi posición subrepticia; estaba totalmente perdida en la cuantiosa voluptuosidad de ese cuerpo de diosa pagana. –¡Mirá lo que son esas tetas! –exclamó Daniel al mismo tiempo que se asía fuertemente de las colosales ubres de mamá. –¡Y ese orto! –Agregó Lautaro dando un salto hacia adelante para aferrarse a esas tremendas nalgas ...
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