1. Y estallaron las estrellas...


    Fecha: 25/07/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... en mi gruta. Mis dedos se movían en un torbellino de calor y burbujas mientras que me pajeaba... Mis ojos rodaban en las órbitas, contemplando mis senos que saltaban, me gustaba el juego de mis carnes, quizás un poquitín gorda, pero con curvas perfectas para mi edad.¡Oh, carajo; necesito una verga!... –¿Sería posible que toda mi lujuria se consumiera a través de la masturbación, sin saber nada del verdadero placer de un macho con una riquísima verga chorreando leche?... No podía más…Así desnuda, disfrutando de la brisa del atardecer que penetraba por el balcón, salí al mismo. Me senté en una de las sillas de extensión, desnuda, caliente y triste, contemplando mi alrededor, viendo cómo las nubes pasaban sobre mi cabeza y cómo llegaba el anochecer; mis ojos estaban nublados por mis lágrimas, me sentía triste y sola… Y entonces lo vi... Me quedé helada, sin embargo, ya era muy tarde para modificar mi posición. Y de pronto me acordé que estábamos en uno de los pisos inferiores del hotel, y que sobre nuestro balcón estaba otro y otro... pero sobre todo, en el piso de arriba, me contemplaba un hombre con ojos encendidos por la pasión.Calculé que tendría unos 30 años, apuesto, musculoso y sobre todo... con un tremendo bulto entre sus muslos. Los dos nos mirábamos desnudos, sin saber que hacer. Cubrir mi desnudez hubiera sido ridículo... él lo comprendió así, y me indicó que subiera a su departamento... Sus labios se separaron y con los dedos y el gesto me dijo el número... era ...
    ... el 307...Era una fuerza superior a mí, una fuerza que me hizo colocarme un bikini negro que había comprado para la ocasión; un bikini en el cual mis senos apenas quedaban ocultos por el breve tejido y que se enterraba en mi rajita y nalgas, como una segunda piel. Me detuve una vez más ante el espejo. Sonreí coqueta, mi cuerpo aún estaba a plenitud, seguía siendo una mujer llamativa, interesante y de magnificas formas. No tenía nada de qué avergonzarme; y así me lo demostró mi vecino del piso superior.Estábamos en la cama. En realidad muy pocas palabras se habían cruzado entre los dos. Me esperaba con la puerta abierta y sus brazos rodearon mi cintura en cuanto entré, a la vez que cerraba la puerta a mis espaldas. Sus manos recorrieron mis costados al tiempo que su lengua jugaba con la mía. Sentí que los labios de mi papaya se me hinchaban, que los líquidos brotaban de ella como el rocío en una flor mañanera, inexperta.Encontró la argolla que sostenía el sostén y tiró de ella dejándome los pechos desnudos. De inmediato se aparto para contemplarlos. La vena que corría al costado de su frente se hinchó repleta de sangre y de un sólo tirón se despojó de su trusa, quedando con la verga de fuera.Me quedé contemplando aquel inmenso tolete. Su forma ganchuda, me excitó, como si el extenso tronco fuera incapaz de controlar el peso de la cabezota roja, bulbosa y chorreante. Más abajo, los enormes cojones se alargaban casi hasta medio muslo, repletos de los pelitos negros más largos e ...
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