Preñada
Fecha: 07/11/2017,
Categorías:
Voyerismo
Infidelidad
Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos
... A María Antonia le expuse mis motivaciones artísticas, a la par de mi interés por animar a la muchacha, y así no hubo problema. Comencé a dibujarla en poses cada vez más sugerentes. No estaba equivocado, toda ella era bellísima y su cuerpo con tan tremendo vientre de siete meses era precioso. Mi mano se movía con resolución y ágilmente, como si la voluntad viniera de ella. Fue así que la dibujé con el vientre desnudo, mientras ella estaba iluminada por la luz del atardecer; en cuclillas, soportando su propio peso sobre sus miembros flexionados, a la vez que sostenía su vientre; sentada en el piso y echada hacia atrás, mientras se apoyaba sobre sus palmas, y se arqueaba de espalda; hincada, como una Diosa arrodillada. Mientras continuaba dibujándola, desnuda y sentada sobre la silla, no me di cuenta que mi hijo nos miraba. Aquello lo supe hasta después. Él había venido a pasar las vacaciones y no lo había escuchado llegar. En aquellos instantes estaba yo muy entregado a plasmar el cuerpo de Alhelí. Le pedí a la muchacha que se trepara a la silla, con los pies sobre el asiento, piernas flexionadas, espalda ligeramente arqueada, y sus manos afianzadas al respaldo. Así la dibujé, siendo penetrada desde atrás por un imaginario macho que se le afianzaba duramente de su voluminoso vientre. Tan febriles eran mis deseos que mis manos dejaron de responderme con eficacia, al tratar de dibujar tan rápido como las imágenes aparecían en mi cabeza. Ya los trazos no eran más que grotescos ...
... rayones ininteligibles. Dejé el lápiz con las manos temblorosas y le dije a Alhelí que por ese día habíamos terminado. Más tarde, ya al anochecer, los cuatro cenamos juntos. En cama no pude conciliar el sueño, de nueva cuenta y, de manera irremediable, Alhelí vino a turbar mi mente. Era momento, debía de hacerme de su cuerpo; aquello era impostergable. Por fin me decidí. Fui con rumbo a su cuarto. Pero antes, incluso de salir de casa, algo me detuvo. Los gozosos lamentos eran tenues, apenas audibles, aunque llenos de una cachondería ardiente. Aquello se mezclaba con murmullos y provenía del cuarto de mi hijo. Pegué mi oreja a la puerta de madera y logré captar susurros, pero no entendía lo que decían. Fue inútil, eran tan bajos que no logré deducir nada. Dudé en irme pero siempre me ganó la curiosidad y decidí ir más allá. Giré el pomo de la puerta con cautela y, para mi fortuna, estaba abierta. No habían echado el seguro por dentro. En la penumbra interior pude distinguir la silueta femenina inconfundible de Alhelí. Ella estaba sentada y desnuda, tal cual la había dibujado antes, pero ahora estaba sentada en las piernas de mi muchacho. Y no estaba inmóvil; subía y bajaba constantemente dándose francos sentones sobre él. Era como si ambos estuvieran recreando mi propia visión, mis propios deseos: él se afianzaba del vientre abultado y desnudo de Alhelí mientras ella subía y bajaba. Y parecía que Alhelí disfrutaba mucho de aquella acción. Era ella quien ponía todo el movimiento, ...