1. Preñada


    Fecha: 07/11/2017, Categorías: Voyerismo Infidelidad Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos

    ... ayuda. —No seas tonta, yo te puedo dar lo suficiente para hacerte muy feliz, más que el pendejo aquél con el que te casaste. Puedo darte todo lo que quieras. Nada más cúmpleme este capricho. Anda, qué más te da —le dijo el puerco. Alhelí no supo de dónde sacó fuerzas, pues el forcejeo la había mellado (quizás salieron justamente de su vientre, donde su hijo se formaba), pero alcanzó a darle un rodillazo entre las piernas, tan fuerte que el malvado se dobló de dolor. Fue así como Alhelí perdió aquel empleo, pero no su dignidad. Doña Rita; su casera; fue su paño de lágrimas inmediato. —Ay muchacha. Qué te puedo decir que no sepas ya. Los hombres son todos unos cerdos. Nada más están pensando en eso. Pese a aquellas palabras, la venerable señora la recomendó conmigo y fue así que volvimos a estar en contacto. Y es que Alhelí había sido mi alumna cuando aún daba clases de dibujo en la secundaria pública de Villa Paraíso. En honor a la verdad, no puedo negar que me agradaba desde ese entonces, sin embargo, jamás le falté; eso puedo jurarlo frente a lo más sagrado. Era una alumna y la respetaba como tal, además era aún de tierna edad. Sin embargo, su dulce olor y la sensualidad de su cuerpo no me pasaban desapercibidos. Cuando se acercaba a mí, disfrutaba mucho del aroma que emanaba de ella. Su fragancia y su calor; ya desde ese tiempo; despedían una esencia que enganchaba los sentidos. Hacía poco más de dos años que habíamos abierto un restaurant de mariscos, mi esposa y yo. ...
    ... Aprovechando lo de mi jubilación, emprendimos aquel negocio y no nos fue tan mal. Fue así que María Antonia y yo, conmoviéndonos de su situación, le ofrecimos el empleo de mesera. Además no me limité a eso. Les presté aquel cuarto de madera para que allí vivieran y no tuviesen que pagar renta. Alhelí pronto se adaptó a nosotros, y nosotros a ella. Era una bendición tenerla. Eso mismo pensaba mi mujer, aunque yo lo hacía mientras la veía limpiar las mesas y sentía cómo se me endurecía la hombría. De pronto me sentí sucio al recordar lo que la pobre niña había vivido con su anterior patrón, según Doña Rita me había platicado. Ahora yo era el que la mal miraba. Pero es que no podía dejar de apreciar la belleza femenina de una mujer así. Ni mucho menos cuando su embarazo se hacía más y más evidente. Con el tiempo acepté que yo no estaba haciendo nada malo, sólo era un observador que gozaba y que apreciaba la perfección de la naturaleza humana. La sabia naturaleza propiciadora de la vida que en Alhelí se desarrollaba. Fue así que disfruté, sin el remordimiento inicial, de tan hermosa joven, pues, pese a estar casado, no sentía estar haciendo mal a nadie. Total, Alhelí ni se enteraba de lo que me provocaba mientras la veía caminar con aquel vientre que cada día se abultaba más. Pasaron los días, las semanas y hasta los meses. La panza de embarazada de Alhelí fue engordando, a la vez que ese nuevo ser que vendría al mundo dentro de unos cuantos meses (atravesando aquella hendidura ...
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