Bajo el cielo de Siberia (1)
Fecha: 19/07/2019,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
sentido que el Almirante Kolchak le diera, como forma de galvanizar al Ejército y pueblo soviético en la lucha contra el invasor, propulsando así el patriotismo del campesino, el soldado ruso, en definitiva. Y ya, desde entonces, quedó como repertorio oficial de las Orquestas Militares soviéticas, en especial de los famosos “Orquesta y Coros del Ejército Rojo”, transmitida, como repertorio habitual, a la Orquesta y Coros del actual Ejército Ruso. Es bastante normal en muchos medios oficiales, periódicos etc. occidentales, escribir la palabra “mujik” para definir al campesino ruso, pero esta es una transliteración errónea del término ruso, cirílico, “Мyжик”, cuya transliteralización sería, más bien, “muzhik” y, fonéticamente sonaría, más menos, “muzsik” Tanto “Anya” como “Boria”, son diminutivos, respectivamente, de “Anna” (Ana) y “Boris”. (Boris; nombre ruso, sin traducción a ningún idioma; es, sencillamente, ruso, y punto) “Don Tancredo” fue un personaje que surgió a fines del siglo XIX en los espectáculos taurinos, las corridas de toros, y que se mantuvo vigente hasta los años 50, del pasado siglo, cuando fue ...
prohibido por lo peligroso que resultaba, pues eran muchos los “Don Tancredo” que morían de resultas de las cornadas recibidas. El espectáculo, consistía en que el personaje, con ropajes ridículos, semejantes a los del payaso “Carablanca”, todo él, además, pintado de blanco, de pies a cabeza, salía al ruedo y se colocaba sobre un pedestal, con los brazos cruzados; entonces, se le soltaba un toro, y el “Don Tancredo” se quedaba enteramente quieto ante el animal, sin mover un músculo. Existía la creencia de que, si el individuo se quedaba totalmente quieto, el bicho no acababa de embestirle; se le arrancaba, pero se paraba al llegar a su lado, sin embestirle, atacarle en serio. Pero esto, pocas, poquísimas veces, pasaba; efectivamente, digamos que, en principio, el toro, al llegar, embalado, ante el personaje, si este, en efecto se mantenía quieto como una estatua, se paraba, digamos que confundido; efectivamente, solía olisquearle, incluso, separándose de él, trotando por el ruedo, pero, lo común era que, finalmente, se arrancara a esa especie de estatua, corneando al “Don Tancredo” de turno, las más de las veces