1. El orgasmo de Charo


    Fecha: 07/11/2017, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    ... la cocina y apareció con dos latas de refresco frías, las cuales abrió tirando de las anillas. Germán era fumador; sacó pues un cigarrillo del paquete y lo encendió; después se desabrochó la camisa, quedando su pecho y su barriga, peludos, expuestos a mi vista. No sé por qué me vinieron ganas de meter mi rostro entre su rizado vello: nunca había visto algo así. Yo inmediatamente hice lo mismo: bajé la cremallera de mi suéter y mis blanquecinas tetas, coronadas de castañas aureolas, quedaron grávidas, suspendidas en el aire del pequeño salón. A Germán no se le pasó por alto y me las miró sin recato. Germán y yo conversamos: de política, de la cual opinaba que se había convertido en un reality; de fútbol, del cual opinaba que adormecía las conciencias; de nuestra ciudad, de la cual opinaba que se había convertido en un parque temático dedicado a la restauración. En fin... Luego hablamos de nosotros mismos: Aquí me acerqué a Germán; le dije que me llamaba Charo, y le hablé acerca de mi preocupación por no haber tenido un solo orgasmo durante el tiempo de año y pico que duraba mí vida conyugal, que ya era; y, estando hablando, él comenzó a acariciarme los pezones, que se me ponían duros y saltones, mientras miraba mi boca y mis ojos expresarse. Él me habló de su última aventura amorosa, que resultó ser con una mujer mayor que él, o sea, que si Germán rozaba la cuarentena, ¡esa mujer debía ser sexagenaria! ¡Vaya con Germán! Me contó: "Sonó el timbre. Era la visita que yo ...
    ... esperaba: había invitado a una mujer a mi casa para que me enseñara a cocinar unos buenos espaguetis a la boloñesa, pues esta mujer era la cocinera del restaurante donde solía ir a comer, aunque lo que yo esperaba de esa visita era... otra cosa. Por eso fui a recibirla vestido solamente con una bata. "¡Hola, Marta, entra, entra, estás en tu casa!", le dije, franqueándole la entrada a la que yo pretendía que fuese mi amante, al menos esa noche. "Ponte cómoda, Marta, ¿no tienes calor?, yo sí", comenté abriendo un poco la bata a la altura de mis hombros, porque se me viera mi velludo pecho, cosa que ella advirtió. Marta era, sobre todo, muy guapa, y su cuerpo todavía merecía, creo, ya que seguía teniendo un trasero duro, se conservaba delgada, y sus pechos, gruesos y redondos, resaltaban se pusiese la ropa que se pusiese. Sin más, invité a Marta a que entrase en la cocina. Escogimos entre los dos la olla para hervir, la sartén para sofreír y los ingredientes necesarios. Me coloqué al lado de Marta, frente a la vitrocerámica, y empezamos a cocinar. "¡Qué calor, Marta!, ¿no tienes?", repetí, "anda, quítate la blusa", le pedí. Marta se la quitó. Entonces, yo, mientras ella cocinaba puse un brazo sobre uno de sus hombros, apoyándome. Marta giró su cuello y me miró con fijeza. Lo siguiente que pasó fue que ella se puso frente a mí, juntó su cálido cuerpo al mío, y nos besamos, con fuerza; nuestras lenguas se juntaron y jugaron entre nuestros húmedos labios calientes. Marta me desanudó la ...