1. Libertad


    Fecha: 07/07/2019, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    volvió con gesto de sorpresa hacia el africano, con los brazos en jarras, y gritó: «¡Quién!»; «Una tal Dunia». Caminó los cinco metros que le separaban del mostrador y Abdul le tendió el teléfono. «¿Dunia?... sí, dime... ya mismo termino... bueno, si quieres esperarme... ¿qué estás abajo?, pues, no sé, sube, será mejor, está lloviendo, espérame aquí sentada... vale». Inmediatamente sonó el telefonillo; Abdul miró por la cámara, guiñó un ojo a Guillermo y abrió. Apareció Dunia por la puerta; iba vestida con una falda negra larga, de la que sobresalían por debajo las punteras de unas zapatillas de deporte y una camisa estampada sacada por fuera, el impermeable lo llevaba colgado del brazo. «Hola, ¿interrumpo algo?», dijo con jovialidad al ver juntos a Abdul y a Guillermo acodados sobre la madera del mostrador; «No», dijeron los dos a coro. Dunia entonces se sentó en uno de los sillones cercanos a la puerta de la entrada y dijo: «Te espero, Guillermo»; «Si, sí, diez minutos más, una duchita y me voy, además Abdul cierra en breve»; « Sí, a las diez en punto», concretó Abdul; «Bueno, ponte cómoda, ahora vengo, y tú, Abdul, trata bien a mi amiga», advirtió Guillermo bromista, levantando un dedo índice, para después internarse entre los aparatos. Ya llevaba cinco minutos haciendo dorsales cuando pensó: «Bah, termino, estoy cansado y quién sabe..., a lo mejor esta noche mojo»; y se fue a las duchas. Regresó a la zona de recepción, pero no pudo ver a Abdul ni a Dunia: ¿dónde se ...
     habrán metido esos dos? Se encorvó por encima del mostrador por ver si se habían escondido para darle una broma, pero no estaban. Rodeó el mostrador para ver si estaban en el despacho, pero la puerta estaba abierta y no se veía a nadie. Entonces oyó ruidos, como cuchicheos, que provenían de la sala de masajes, y hacia allí se encaminó. El cierre esmerilado le permitió ver las siluetas. «Aquí están», se dijo, y empujo la corredera suavemente, hasta detenerse en seco; por la corta abertura pudo ver la cabeza de Dunia inclinada sobre el tronco de Abdul, que estaba tumbado en una camilla, pudo ver los rojos labios de ella recorrer toda la extensión del chocoloteado y ancho pene de él, pudo ver el blanco semen desparramarse cuando ella lo terminó con su mano. Guillermo cerró. Una vez en la calle, estando caminando, Guillermo dijo, celoso: «Veo que te ha gustado Abdul, os he espiado mientras estabais en la sala de masajes»; « Qué cotilla», comentó ella, «teníamos que hacer tiempo, vi su abultado paquete y me insinué, él no opuso ninguna resistencia»; «¡Qué resistencia va a poner, le has hecho una mamada!», exclamó él; «Sí, claro, viéndolo así»..., dijo ella, «por cierto, ¿te quedas esta noche en mi casa?, me apetece dormir acompañada..., dormir y algo más», añadió sonriendo y moviendo su cara de lado a lado; «Si, Dunia, voy a tu casa.» Guillermo y Dunia follaron, follaron mucho esa noche. Guillermo estaba muy excitado por lo que había visto en el gimnasio; Dunia, también, porque el ...
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