1. Libertad


    Fecha: 07/07/2019, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    alto mirar su enorme culo ni sus anchas caderas ni sus protuberantes pechos. Ese día Guillermo la vio sentada frente a una mesa sobre la que había un bocadillo de panceta mordisqueado y un vaso alto de café con leche humeante. Ella también le vio y le saludó alzando el bocadillo con su mano; Guillermo se acercó. «Hola, Dunia», saludó; «Hola, Guillermo, ven, siéntate aquí conmigo, ¿qué vas a tomar?», ofreció ella; «Un café, sólo un café cortado». Pidieron al camarero. Después de varios minutos de intrascendente conversación, Guillermo fue a lo que fue. «Dunia, ¿voy esta noche a tu casa?»; «Esta noche no, Guillermo»; «¡No!, ¿y eso?»; «No estará mi cama libre». Celoso, Guillermo preguntó: «¿Con quién te lo vas a hacer?» Este interrogante molestó a Dunia. «Mira, Guillermo, con quien me vaya a la cama no es asunto tuyo..., me gusta hacerlo contigo, pero, como tú comprenderás, yo soy gorda, y los hombres se hartan pronto de las gordas, así que procuro disfrutar de mí sexualidad sin perjudicar a nadie, y es por eso por lo que no me comprometo con ningún hombre, ni tan siquiera contigo a pesar de lo que me gustas». Guillermo se dio cuenta del error cometido, y le pidió perdón. No obstante, Dunia, a la que le había gustado la morbosidad implícita en la pregunta que le había formulado Guillermo, dijo que, en realidad, esperaba que su cama no estuviese libre esa noche, pues tenía un plan que quería llevar a cabo con éxito. «¡Qué pasa!, ¿te quieres pasar por la piedra a un famoso?», ...
     soltó Guillermo divertido; «Bueno, algo así», respondió ella haciendo un aspaviento con una mano. Como ya dijimos, esa noche Guillermo se tuvo que conformar con una rutinaria paja que le supo a poco. El día siguiente, una vez que se hubo duchado y hubo desayunado, Guillermo comenzó a ojear las noticias en su smartphone: internacionales, nacionales, locales, deportes, sociedad... ¡alto ahí!; leyó el titular: «El cantante Berto Boronés visita nuestra ciudad para presentar su último trabajo»; miró las fotos: en ellas se veía al apuesto y veterano cantante rodeado de fans, todas mujeres, todas con el cedé en la mano; algunas más lejos otras más cerca... ¡más cerca! Guillermo se acercó el móvil hasta rozar su nariz; amplió la foto: no había dudas: la mujer gorda que tenía cogida del brazo a Berto Boronés, la que acercaba tanto su boca a la oreja del cantante, como si le estuviese susurrando algo, era..., ¡era Dunia! «Sí será»..., exclamó Guillermo boquiabierto. Dunia seguía esperando. Guillermo la seguía observando. La cristalera comenzó a mancharse de pequeños salpicones: llovía. Dunia cogió de su bolso un pequeño objeto cilíndrico que resultó ser un paraguas y lo desplegó mirando los grises nubarrones. Guillermo se acordó de que un día muy parecido a este, ella le telefoneó estando él en el gimnasio; daban ya casi las diez de la noche y Abdul, el senegalés que en ese momento estaba en recepción, estaba a punto de cerrar: «¡Guillermo, una llamada para ti!», gritó Abdul. Guillermo se ...
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