Infiel, tres veces
Fecha: 28/02/2019,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Cuando Ernesto me dijo que venía Juan Luis, su inseparable amigo en la universidad, no le di la menor importancia al asunto. Cierto es que mi marido me había contado de las aventuras que pasaron juntos en aquellos años y del éxito que solía tener su amigo con las mujeres, pero eso ya se me había olvidado. Tampoco le recordaba de cuando asistió a nuestra boda, en esos días lo último en lo que se fija la mente es en los rostros de tanta gente que asiste a la fiesta. Él venía a una cita de negocios y Ernesto le había ofrecido nuestra casa, aprovechando que tenemos un cuarto para huéspedes. La situación se tornó peculiar cuando intempestivamente mi marido tuvo que salir a Chihuahua un día antes de la llegada de su amigo. Por tal motivo, me encargó que recogiera en el aeropuerto a Juan Luis y lo trajera a casa. Tuve que hacer el papelito ese que siempre me pareció ridículo, de escribir en un cartón el nombre de la persona que se tiene que recoger, y exhibirlo a todos los pasajeros que arribaban, esperando que el susodicho se aparezca. Después de un buen rato por fin apareció. ¡Qué guapo era! Me sorprendí mucho porque me lo imaginaba más normal, pero su 1.90, sus ojos claros y su sonrisa encantadora me hicieron olvidar el mal humor que moverse desde Santa Fe hasta el aeropuerto provoca a cualquiera. Nunca entendí por qué me puse tan nerviosa al verle. Él me saludó como si me conociera de toda la vida, de beso y abrazo, pero se cohibió un poco al notarme nerviosa. Seguramente en ...
... esos momentos le parecí una retrasada mental, creo que le contesté "bien" cuando me preguntó si tenía largo rato esperando y "no, voy llegando" cuando me dijo que cómo estaba. Ni siquiera un "cómo te fue en el viaje" se me ocurrió. Había quedado en calidad de idiota, pero pronto me sentí mejor; su plática amena me sacó tres carcajadas en el trayecto al estacionamiento. "Es una lástima que Ernesto haya tenido que salir a Chihuahua", me comentó mientras enfilábamos hacia la casa. "Me había prometido que iríamos a recordar los viejos tiempos", continuó en tono de broma pero con cierto aire de invitación. "Pues si quieres te llevo a cenar", le contesté un poco comprometida pero al mismo tiempo con muchas ganas de ir a dar la vuelta. El camino fue todo risas. Cuando me platicó la anécdota de que él y mi marido habían pasado una noche en la delegación por andar borrachos en la vía pública cuando estaban en la universidad, no pude contener mi risa al imaginarme el cuadro patético. Cuando llegamos al restaurante me preguntó si no tenía inconveniente en que nos sentáramos mejor en la zona del bar, a lo cual accedí gustosa. ¡Hace tanto no salía con Ernesto en ese plan! Cuando pasó amistosamente su brazo por mi espalda para conducirme, sentí una emoción indescriptible, "¿estoy teniendo un affaire?" me preguntaba mientras caminaba hacia la mesa. La música, un poco alta de volumen, hizo que nos mantuviéramos muy cerca para poder escucharnos; cada vez que acercaba su aliento hacia mi oído ...