Fiesta de Halloween
Fecha: 24/02/2019,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos
"Me gusta tu disfraz de diablesa, Olga, ¡te hace tan sexy!", dijo Alfredo mientras contemplaba a su compañera mirarse en el espejo del armario. Olga estaba encantada: su fiesta de Halloween iba a ser apoteósica: deseaba ser el centro de atención de todos los presentes, y ese disfraz era ideal: resaltaba su busto gracias a un insinuante escote que dejaba ver el nacimiento de sus pechos; también sus delgadas y torneadas piernas cubiertas de unas medias rojas semitransparente por debajo de su cortísima falda; en fin, y no digamos de los elegantes zapatos de tacón alto que, unidos a su diadema con cuernos de color negro, estilizaban su figura. "Olga, no sabes las ganas que me dan de follarte, pero esperaré a que vuelvas de tu fiesta"; "Sí, mejor, Alfredo, fóllame cuando vuelva, ya sabes, tómate el ibuprofeno, a ver si se te calma el dolorcillo, te he dejado la cena en el microondas, y no hagas cosas raras, que, aunque lleves la pierna escayolada, un golpe puede resultar fatal", aconsejó Olga dando la espalda al armario, abierto; "Sí, amor, tendré cuidado." Alfredo vio a Olga, su compañera sentimental, con la que convivía desde hacía casi una década, salir del dormitorio soplándole un beso desde la palma de su mano, al que él respondió adelantando sus morros en una pose típica de Red Social al uso. Muy reposado, iluminado por la tenue luz de la lamparita de la mesita de noche, se quedó Alfredo acostado en la cama, sin cubrirse con manta alguna, vestido tan solo con una ...
... camiseta raída y unos slips apretados. La pierna escayolada la apoyaba sobre dos cojines puestos al pie de la cama. Miraba al techo, a los posters de paisajes y películas colgados de la pared, al armario... ¡abierto! Olga se había dejado las puertas de par en par después de contemplarse con su disfraz; ahora tendría que levantarse para cerrarlo, pues Alfredo creía en esa rara superstición que decía que si un armario se quedaba abierto de él saldrían monstruos o espíritus capaces de helarle el corazón a cualquiera; así que inició la difícil maniobra de incorporarse; pero ¡alto ahí!, una lucecita púrpura se insinuaba débilmente en el interior, entre perchas y telas. Alfredo quedó paralizado. El punto de luz parecía agrandarse, aunque no por que creciese de tamaño, no, sino porque pugnaba por abandonar el oscuro espacio que ocupaba y salir al exterior, como así hizo. De pronto, el punto, que había tornado a un color celeste, era una esfera del tamaño de una pelota de tenis, se situaba sobre el cuerpo de Alfredo y comenzaba a interpretar extraños desplazamientos hacia todos lados, como si quisiera medirle, o escanearle para comprobar que se trataba de él mismo. Se detuvo la esfera y, primero contrayéndose, después dilatándose, se desplegó a pocos centímetros del techo y empezó a tomar una figura antropomorfa que se iba haciendo más nítida conforme iba descendiendo. Entonces Alfredo oyó la voz: "Alfredo, Alfredo." El sonido parecía partir de varios sitios a la vez hasta que fue ...