1. Moni


    Fecha: 11/10/2017, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... siempre le decía a Mónica que teníamos que yacer juntos un día para quitarnos la calentura. Tan sólo había un problema y es que ella quería a su novio y yo no quería traicionar a mi amigo, pero evidentemente nuestras pobres defensas estaban condenadas a caer como un coloso con pies de barro. Este último verano tonteábamos más que nunca, especialmente aquella mañana en que me había invitado a desayunar. Su novio estaba trabajando en otra ciudad y ella y yo estábamos de vacaciones. Me recibió en albornoz, recién salida de la ducha (¿casualidad? yo le había confesado muchas veces que me excitaba muchísimo una mujer con la piel aún mojada por la ducha y con un albornoz recién puesto; puede que se hubiese vestido así por mí o puede que realmente saliese de la ducha... juzgad vosotros). Estás espléndida. ¿Sales de la ducha para mí?- le dije. Ay, calla, que siempre estás igual- me respondió con una dulce aunque pícara sonrisa. Y encima no llevarás nada debajo- añadí agarrándola por la cintura y atrayéndola de espalda hacia mí mientras la abrazaba como aquel primer día en la discoteca. Ja,ja,ja. Suéltame- me dijo. Primero déjame comprobar una cosa- le dije mientras le destapaba un hombro- No llevas sujetador -añadí apartándola y haciéndome el sorprendido. Ni bragas - exclamó dándose la vuelta y mirándome a los ojos burlonamente. Pero su giro y su maniobra la traicionaron, pues su albornoz no estaba tan bien atado como ella había previsto, y por un momento éste se entreabrió, aunque ...
    ... ella reacciono rápido y lo cerró. Voy a vestirme- dijo- espérame en la cocina. Vale-respondí dirigiéndome hacia allí. Lo cierto es que yo estaba en el limbo pues por un momento había logrado ver su delicioso coñito coronado por una mata de dorado vello púbico arreglado. Yo ya había visto sus pechos en alguna ocasión en que ella se probaba un sujetador y me lo enseñaba, pues éramos muy dados a hablar de lencería, pero nunca había vislumbrado su entrepierna, y el que estuviera arreglada y fuese tan clara como su rubia melena me había encantado. El deseo crecía en mí por momentos. Regresó vestida con un pequeño camisón azul celeste, semitransparente de lo vaporoso que era y aunque se apreciaban unas braguitas también podía verle claramente la aureola de sus pezones, aunque me decidí por no decirle nada no fuese que optase por ir a poner un sujetador y me privase de aquella divina visión. Me ofrecí para ayudarla a hacer el desayuno, pero se negó en redondo y me hizo quedarme sentadito, lo cual me vino de perlas pues entre su perfume, la imagen anterior y el panorama que me ofrecía ahora teniéndola tan cerca, la polla se me había puesto aún más dura que antes y pugnaba por salirse del pantalón, llegando a producirme dolor. Me excité sobremanera y me di cuenta que el mantel de la mesa era enorme y llegaba casi hasta el suelo y de pronto mientras ella se ponía de puntillas para coger un bizcocho del armario, aproveché que me daba la espalda, me bajé la bragueta y liberé mi polla de ...
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