La miliciana
Fecha: 18/10/2018,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos
... concentrándose en su goce, otras los abría, contemplando el fulgor de la luna llena; también miraba a Carmen, sí, y miraba abajo, el misterio de la carne puenteada: su renegrido falo africano entrando y saliendo del blanco cuerpo europeo, dando placer al mismo tiempo que lo recibía. Carmen gemía y suspiraba como la más débil de las criaturas bajo las fauces de un despiadado depredador. Ibrá, que sentía como su hiel se iba condensado en la punta de su capullo, tantas jornadas de combates, tantas heridas sufridas, tantos muertos en su cuenta, seguía empujando, con mayor furia conforme quería alejar mayor número de malos recuerdos; esa belleza, la de Carmen, esa es la que deseaba grabar en su cabeza, y que no se le escapara jamás. Ibrá miró: frente a él las tetas de Carmen vibraban a cada arremetida suya; como un manso oleaje que viene y se retira eran los bronceados pezones de Carmen a la luz de la luna. "I-brá, por-fa-vor, có-rre-te, aho-ra, me-mue-ro, I-brá", silabeó Carmen apretando sus párpados cerrados. Ibrá desparramó su semen en la vagina de Carmen aullando de éxtasis. La miliciana, después que folló con el rifeño, se evaporó. Aunque a Ibrá, sus mandos, cuando le encontraron sin uniforme ni armas, le preguntaron si sabía algo acerca de una miliciana huida durante el asalto de la barricada de Mármoles en la que intervino, él contestó con generalidades, contándoles que sí, que la vio y la siguió, pero que debieron tenderle una emboscada y dejarlo sin conocimiento porque ...
... al día siguiente amaneció en aquella jungla y no recordaba nada; le informaron que en particular un alto mando había visto con unos prismáticos a la muchacha escabullirse por las callejas y que, tras una investigación, averiguó que la llamaban, "la trinitaria" y tenía fama de aguerrida, ya que había acabado matando a todos sus perseguidores menos a él, a Ibrá; este mismo alto mando había ordenado a sus informadores que le siguiesen la pista, pues sospechaba que "la trinitaria" se había internado en la sierra para unirse a la guerrilla; a Ibrá le concedieron un permiso. Veinte años después de aquella guerra, Ibrá trabajaba de botones en un hotel de Casablanca. Transportaba maletas de un lugar a otro durante interminables jornadas: un trabajo duro y mal pagado. Un día primaveral, Ibrá, atravesando el ancho vestíbulo cargado de maletas, divisó a escasos cinco metros suyo a un grupo de unos siete turistas muy bien vestidos que hablaban animadamente. De pronto, sus fuerzas le abandonaron y dejó caer las maletas al suelo provocando alboroto. Su superior no tardó en abroncarle, sin embargo él seguía con la vista puesta en el grupo, que también se habían vuelto a mirar qué pasaba. Una de las mujeres del grupo se adelantó unos pasos, quedando petrificada. Ibrá dio un puñetazo a su superior que quedó tumbado en el suelo agarrándose la nariz y se acercó a la mujer. Sonaba en el hilo "Yo soy aquel" de Raphael. "Carmen", dijo Ibrá en tono de súplica; "Sshhh", chistó ella, "ahora me llamo ...