Mi obsesión
Fecha: 07/10/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Os voy a contar parte de mi vida. Mi despertar sexual empezó temprano, a los quince años ya había tenido tres novias y probado el sexo oral con ellas pero no la penetración. Cuando tenía dieciocho mi hermano, cinco años mayor que yo, se casó con María, una muchacha guapa y con un cuerpo que despertaba deseos, de senos firmes y un trasero que desviaba las miradas de cuantos pasaban a su lado. No tenían piso donde vivir, así que conviviamos todos bajo el mismo techo, mis padres, mi hermano, mi cuñada y yo. Desde el principio busqué cualquier oportunidad de ver a María desnuda o ligera de ropa. Trataba de hacerme el encontradizo, si ella utilizaba el baño estaba pendiente de sus entradas y salidas, del momento de irse a la cama, del despertar por las mañanas. Pero lo único que lograba era ver su ropa interior en el cesto de la ropa a lavar o colgadas en el tendedero. Mi habitación estaba al lado de la suya. Muchas noches se les oía haciendo el amor. Entonces yo pegaba el oido al tabique y trataba de escucharles, sus jadeos, sus palabras. En el éxtasis ella pegaba pequeños grititos mientras mi hermano soltaba por su boca palabras oscenas, llamándola mi putita, zorrita, coñito juguetón, etc. Me excitaban tanto que terminaba haciéndome una paja y mojando las sábanas. A los pocos meses de casarse mi hermano cambió de trabajo, se hizo representante de una empresa textil y empezó a viajar frecuentemente. María se aburría en casa esperándole por lo que empezó a quedar con las amigas ...
... y salir al cine o de reunión con ellas. En cada regreso, la pareja parecía desfogar el tiempo de separación, haciendo que esas noches fueran aun más apasionadas. Trascurrió el invierno de esta manera y con la llegada de la primavera María empezó a cambiar, tanto en su forma de comportarse como de vestir. Si antes era dificil verla con faldas, si su ropa interior no pasaba de simples bragas altas y sujetadores normales, empezó a comprarse lencería, braguitas más pequeñas, sujetadores con encaje, incluso en el tendedero pude ver colgadas medias junto a los pantys de siempre. Su comportamiento varió, salía a menudo, y cuando mi hermano estaba de viaje la hora de regreso empezó a ser más prolongada. En dos ocasiones la seguí en sus salidas que terminaron cuando vi que acudía a reunirse con sus amigas en una cafetería del centro. Sus cambios la habían hecho más atractiva a mis ojos, ahora el deseo me encendía y verla contornear su cintura, el compás que imprimía a su trasero al andar, la exhuberancia de sus pechos, me tenía obsesionado. Deseaba conocer el placer de su cuerpo, el contacto de su piel y su boca, el sabor de sus jugos. Al principio del verano mi hermano tuvo que marcharse durante una semana a un curso que su empresa daba para todos los representantes de la firma. Yo, con mis padres, fuimos a veranear a la costa. María, por su parte, quedaba en casa pues todavía no llegaba su periodo vacacional. Estando en la playa un compañero de estudios me avisó que me faltaba por ...