1. Un matrimonio diferente - Primera parte


    Fecha: 12/09/2018, Categorías: Infidelidad Grandes Series, Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos

    ... hogar, sin ningún otro aliciente que el deseo de que volviera su marido. Él, al igual que muchos otros hombres de su región, se dedicaba a la hechura y venta de muebles rústicos, cosa que lo hacía viajar junto con sus camaradas a distintas localidades urbanas. La faena era pesada, pues, una vez bajaban sus muebles del vehículo que los llevaba, ellos mismos cargaban sus enseres caminando por calles y plazas para ofrecerlos. No obstante, de regateo en regateo, Crispín sacaba lo suficiente y, una vez llegada la noche... —¿En cuánto sale el brinco? —él preguntaba. —En cuatrocientos tres posiciones, más lo del cuarto —le respondían. Era así como Crispín saciaba sus necesidades de penetrar hembra estando lejos de su esposa. El catre de aquel diminuto cuartito crujía y crujía mientras Crispín se montaba en aquella mujer de alquiler. —¡Dale, dale! Así papi, así... —decía mecánicamente la suripanta. A diferencia de los encuentros con su esposa, allí no había amor de por medio, sin embargo, tales sesiones le servían al joven, no sólo de disfrute ocasional, sino que también de aprendizaje. —¿Y cómo dices que se llama esta posición? —preguntaba Crispín. —Pollitos rostizados —respondió la mujer que tenía frente a él. Ambos mantenían las piernas bien flexionadas, trabadas entre sí, mientras sus sexos se conectaban. Así fue como aquél fue ganando habilidad en el sexo y una vez que llegaba con su mujer lo daba a demostrar: —¿Te gusta así? —le preguntaba a su mujer, mientras que él la ...
    ... penetraba girando sobre un eje el cuál era su propia verga. —¡Sí mi amor! Me gusta cómo se siente. —Pues a esto se le llama el helicóptero —decía él sin dejar de girar. Enaida reía. Luego la trepaba en cuclillas a una silla y así, flexionada, le daba. —¡Ay Crispo...! ¡Siento que me voy a caer! —Tú no te agüites que yo te sostengo. Acto seguido, le metió un dedo ensalivado en el fundillo. —¡¿Y’ora qué haces?! —Tú nomás aguanta. Fue así como Crispín dilató aquel fruncido orificio preparándolo para lo que vendría. —Uuuyyy... no lo voy a aguantar —decía Enaida, cuando su esposo le metía por primera vez la cabezota de su glande por el estrecho huequito. Al principio creía que su marido se inventaba aquellas particulares posiciones. —Eres de lo más ocurrente —le decía, creyendo que tenía al mejor esposo del mundo. Con la mente calenturienta de Crispo, no fue sorpresa que se las ingeniara para fabricar un taburete pequeño, cuyo asiento, hecho de cuero bien tensado, tenía un agujero por en medio. —¡Hay Crispo, qué ideas tienes! —le decía su joven esposa, mientras seguía las indicaciones de su cónyuge sentándose desnuda sobre el agujero. Crispín, también en cueros, se acostó debajo del taburete y metió el pene por el hoyo (no sólo del mueble, sino de su mujer en sí). Fue así que su señora, afianzada a los costados del banquillo, tuvo el mejor apoyo para darle los más sobresalientes sentones a su marido, quien no podía estar más satisfecho de su obra. Sin planearlo, la actitud de Crispín ...