Un matrimonio diferente - Primera parte
Fecha: 12/09/2018,
Categorías:
Infidelidad
Grandes Series,
Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos
Enaida estaba que ya no se hallaba en aquel minúsculo cuartito. Apenas iba a cumplir el año de casada y sus deseos carnales aún no se le aplacaban. Y hay que decir que Enaida fue virgen hasta el matrimonio. Cosa rara, lo sé, y más allá en Santa Rosa de Guadalupe, de donde era originaria. Por allá, lo más común es que las chamacas, desde bien morrillas, sean desvirgadas por sus primeros novios; y no pocas veces terminen matrimoniados con éstos casi a la fuerza. No obstante, Enaida nunca tuvo otro novio que su ahora esposo Crispín pero se esperó hasta el matrimonio para entregársele. Como muchos jóvenes de su natal pueblo anduvieron de novios desde bien chamacos. Aunque, a diferencia de otras muchachillas, ella se supo abstener y no entregar el quinto sino hasta haberse casado. Cosa que hicieron bien jóvenes, pues, en Santa Rosa de Guadalupe, así se estilaba. Prácticamente no ves hombre o mujer que pase de los veinte años estando aún soltero. Crispín y Enaida bailaron en el día de su boda, y, como tantos otros, lo único que deseaban en aquel momento era que el huateque ya se acabara para darle gusto a lo que verdaderamente les interesaba. Así que, mientras la gente aún tomaba, embruteciéndose hasta perderse, u otros les metían mano a las que se dejaban, Enaida y su esposo habían dejado la pachanga para consumar su matrimonio. Cuando por fin estuvieron a solas, Crispín, siendo el único de la pareja en ya haber tenido experiencias previas, guio a su consorte por los caminos de ...
... la entrega y la pasión. —Ya quiero hacerte mía, corazón —le dijo él al oído mientras la desnudaba. —Ya Crispín, hazme tuya, hazme tu mujer —le respondió ella, totalmente dispuesta. Una vez la tuvo en prendas menores, Crispín le metió dedo en la raja. Una gruta virginal que ya lo ansiaba. Y la babita que escurría de ella lo demostraba. —¡Estás pero que te escurres, amor! —dijo Crispín. Para ese momento, Enaida, ya no decía nada, sólo se dejaba hacer y gemía en respuesta. Crispín le retiró las pantaletas con el fin de saborearle la virtud que ella había guardado sólo para él. Fue así como Enaida supo por primera vez en su vida lo que una lengua podía provocarle allí abajo. Lamió y penetró con aquel húmedo apéndice. La muchachilla no supo de sí cuando fue llevada al cielo. El mismísimo paraíso era aquello. Luego fue el turno de Crispín. Tras desnudarse, aquél le mostró su otro miembro, también carente de hueso. Enaida quedó boquiabierta. Crispín, le dio precisas indicaciones: —Métetela en la boca... eso, lo más que puedas. ‘Ora mama, mama como hacen los becerros recién paridos. Enaida sabía a qué se refería. La succión fue satisfactoria, pero, aun así, Crispín la tomó de la nuca. —‘Ora no te muevas, quédate quieta, na’más mantén la boca bien abierta. Luego le comenzó a meter y sacar su vergota, de forma ruda y violenta. Pese a ello, Enaida aguantó. —A ver, saca la lengua que te voy a dar unos vergazos. Lejos de tomarlo como insulto, la muchacha aceptó eso de buena gana, y al poco ...