Dulce y amarga amistad (04)
Fecha: 05/10/2017,
Categorías:
Gays
Autor: Albany, Fuente: CuentoRelatos
... colgaba entre las piernas. Alberto y yo le abrazábamos rodeándole con nuestros brazos y con suavidad, sin dejar de manosearlo, lo llevamos hasta uno de los sofás. Lo sostuvimos para sentarlo y Alberto se colocó arrodillado entre sus piernas, sujetándole el falo con la mano derecha y sosteniéndole los huevos con la otra. Para él era una novedad y dejé que disfrutara cuanto quisiera admirando tan tremenda verga, mientras mi amigo y yo nos besábamos con tiernos besos, a veces con brusquedad cuando el placer le invadía por la maniobras que su otro amante le proporcionaba chupándole la polla y los testículos, y entonces mordía mis labios rabioso. -¡Joder! Qué buenos sois los dos, conseguiréis que me pierda y me vuelva maricón. –Todo era puro y erótico cachondeo. Suspiré en su oreja mientras se la lamía. -Eso es lo que buscamos, volverte loco de placer y que nos entregues lo que ambos deseamos. ¿Ves como le gustas a Alberto? Estaría lamiéndote las pelotas y la verga todo el día si le dejaras. –Miraba a mi amigo el mamón, con la cara oculta debajo de los huevos, buscando los sabores más profundos e intensos del semental que nos iba a regalar su tierna pero poderosa herramienta del placer. Como noté que Álvaro se centraba en el placer que el otro le proporcionaba, fui resbalando lamiendo su pecho y en un momento Alberto levantó la cara toda húmeda de sus babas y los flujos de la verga, le mordí los labios mojados, con sabores de mi amigo. -Ábrete el culito, te lo voy a comer. ...
... –Estaba muy caliente y me sentía capaz de todo. Vi el agradecido cariño reflejado en su mirada y abrió las piernas elevando el trasero esperando mi boca, y volvió a meter la cara en el irresistible placer de gustar la verga de nuestro hombre que teníamos para nosotros, entregado a sus dos amigos maricones y conocedores del amor entre varones. Admiré la ancha y fuerte espalda de Alberto, como se iba estrechando hasta su cintura breve que anchaba en las caderas, los hoyitos que se formaban al terminar de la espalda, al unirse con su culo, su para mi opinión, voluminoso trasero, con la cabeza enterrada en el pubis de nuestro macho a quien hacía gozar mostrándole los placeres del acto homosexual. Me incliné para besarle y morderle con suavidad las nalgas, las movía en movimientos circulares pidiendo que se las trabajara. Le di una palmada no muy fuerte para ver su reacción, se arrugó por la sorpresa pero enseguida saco la cola, sabía que le había gustado y me la ofrecía sin hablar, con su boca ocupada en otras acciones. Sin tocarle, su anito se arrugaba y expandía, Alberto estaba muy, muy caliente y deseoso de una verga que le llenara el agujero que a gritos la solicitaba. Se lo lamí unos minutos a la vez que le calentaba las posaderas con mis palmadas cada vez dadas con más fuerza. Cuando elevé la mirada vi a Álvaro observando lo que hacía, a veces con la mirada perdida cuando sufría una contracción por el estímulo de la boca que se ocupaba de sus viriles atributos. Alberto resultaba ...