1. La nueva limpiadora


    Fecha: 03/09/2017, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    Como cada día, Germán salió a comprar el pan para el desayuno a eso de las nueve de la mañana. Claro que, hoy, el día no iba a ser como "cada día". Nada más abrir la puerta de su piso, que era un bajo, se encontró de frente a una limpiadora, no la de siempre, otra limpiadora, que le lanzó el mocho de la fregona hasta la altura de las pantorrillas. "Oh, perdón, ha sido sin querer", se disculpó la muchacha llevándose la punta de sus dedos hasta sus labios. Germán la miró con fijeza. La nueva limpiadora era una muchacha de unos veinte años, alta de estatura, alrededor de uno con ochenta centímetros, de cabello moreno, largo y liso, pechos marcados bajo su camiseta, vientre plano, cintura estrecha y piernas largas y flacas. El tono de su piel era aceitunado, y llevaba unos pendientes muy llamativos por su tamaño y color. "Nada, no ha sido nada", se lamentó Germán, y siguió caminando, sobrepasando a la muchacha, que continuó su tarea. Germán fue a la panadería, compró el pan y volvió. Cuando abrió la puerta del portal, vio que el suelo estaba completamente húmedo, así que posó sus zapatos con precaución. "¡Cuidado, no te resbales!", oyó Germán que le decían; el tuteo lo desconcertó. Miró Germán a todos lados sin ver a nadie, hasta que advirtió que la puerta de su casa estaba entornada y que por la rendija asomaba una cabecita, o sea, unos ojos, una nariz, una boca y una mata de pelo. "Te has dejado la puerta abierta", dijo la voz traviesa que provenía de su piso. Germán se acercó ...
     con ademanes autoritarios. "¿Y quién te ha dado permiso para meterte en mi casa?, te puedes meter en un lío, muchacha", advirtió Germán; "Bueno, he visto que el suelo de tu casa estaba sin fregar, y, bueno, ya sabes, por haberte manchado el pantalón", respondió la muchacha sonriendo con picardía. Germán la miró; adelantó un brazo y abrió la puerta de su piso de par en par; la muchacha apartó su cuerpo, hizo un gesto con la mano, doblando la muñeca hacia abajo con el brazo estirado, y dijo: "Voilá". Germán quedó maravillado, no sólo por el olor y la visión de la limpieza en su casa, sino también porque la limpiadora le esperaba en ropa interior. Rápidamente, Germán cerró la puerta tras de sí y dijo: "¿Qué haces así, medio desnuda?"; "Hacía calor aquí dentro", respondió ella, "no quería sudar"; "Sí, bien, pero ¿te ha visto algún vecino entrar en mi casa?", preguntó él; "No", respondió ella lacónicamente; "Ah", exhaló él. No se acostaron juntos de sopetón, antes hubo dudas, algunas prevenciones, argumentos irrefutables, y, ¡cómo no! , tocamientos y besos, que en ciertas partes del cuerpo se tornaron en lametones o succiones. La cosa empezó cuando la limpiadora, Eva a partir de ahora, se quitó el sujetador mientras conversaban en el sofá; Germán se inclinó sobre sus tetas hinchadas y salivó y mordió hasta el más leve pliegue del orbe mamario que descubrió. Seguidamente, Eva le empujó por sus hombros hacia atrás, hasta que la cabeza de él tocó el reposabrazos, luego desabrochó el ...
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