Encuentro en el bus
Fecha: 11/05/2018,
Categorías:
Erotismo y Amor
Anal
Autor: Dorsai, Fuente: CuentoRelatos
Me gustaba ir en buses. Me gustaba estar apretado entre la gente, buscando donde apoyarme, que nalgas acariciar, que escotes espiar. Aunque los olores y la presión de las demás personas pueden llegar a ser insoportable, los beneficios, cuando los había eran extraordinarios. Ese día en particular, tomé el bus a las seis de la tarde rumbo a mi casa, agotado por un día de trabajo particularmente duro. La gente se apretaba y empujaba cada vez más, casi ni se podía respirar. A empellones llegue a ubicarme tras una mujer vestida de sastre. Al inicio no me di cuenta de ella pues andaba perdido en mis propios problemas. Observaba a través de la ventana el pasar de las casas y edificios. Cada frenazo y nueva subida de pasajeros me hacía perder el equilibrio, opté por colocar una de mis manos en una de las asas que tiene la silla y la otra la dejé en la barra del techo. El hacer esto hizo que me pegara más a la mujer del traje. El olor de su delicioso perfume me excitó. Observe su cuello de cisne, el cabello negro recogido en un moño, un lunar negro destacaba en su morena nuca. Mi pene empezó a reaccionar, pero aún no quería apoyarlo en sus nalgas, me moví un poco a su derecha para tratar de ver su escote, llevaba una blusa donde había soltado un botón de más y se observaba el nacimiento de unos senos turgentes y duros. Aproveche uno de los frenazos que hizo bus para pegarme un poco a ella. Apoyé mi pene a una de sus nalgas unos segundos y lo retiré pidiendo disculpas. La chica ni ...
... siquiera volteó. Envalentonado por la falta de reacción pensé usar cada bandazo del bus para acercarme más, pero el pasajero que estaba en el asiento se levantó y ella tomó su lugar. La situación era ridícula, su hermoso rostro de labios finos estaba a la altura de mi pene duro. Se había formado un notorio bulto y la punta del glande apuntaba directamente a sus ojos. No se dio por enterada, se acomodó en el asiento con la espalda recta y las manos sobre la falda. Desde donde estaba podía ver mejor el nacimiento de sus senos y el delicado brassiere de encaje que llevaba. Mi pene creció aún más y no podía evitarlo, mi rostro estaba enrojecido de vergüenza. La chica, que tendría unos veintiocho años, volteó hacia la ventana y a través del reflejo me descubrió espiando su escote. Si antes estaba avergonzado, ahora estaba aterrado por cómo podría reaccionar. Me sonrió cómplice, movió sus hombros y se acomodó de tal manera que ahora podía ver más de sus hermosos senos. Nuestras miradas se cruzaron en el reflejo. Mi pene estaba duro y cerca de su cara. Ella sonreía pícara y se mordía el labio inferior con sensualidad. Seguimos con ese juego por unas cuadras más, luego murmuró “sígueme”. Volteo delicadamente y su boca quedó a la altura de mi pene, puso su mano sobre la mía y la sentí caliente, se levantó con sensualidad oliendo todo mi cuerpo, sus labios estaban a centímetros de los míos. Me guiñó un ojo y su mano izquierda acarició mi bragueta con disimulo. Bajé tras ella a empellones, ...