La excursion naval - Relatos Eróticos

La excursion naval

... allí.

-Mira qué culo tiene, si no fuera porque está aquí la espía esta, me la follaba ahora mismo.

Luego con gasas y líquido desinfectante curaron los marcados latigazos de su espalda. No eran demasiado profundos, pero si debieron causar un importante dolor en aquella piel tan delicada.

Después llegó el turno de Patri, que también fue convenientemente manoseada en su trasero. Cuando le abrieron sus nalgas, el dedo del hombre quiso entrar más de lo debido y, ante el quejido de la chica, Fátima enseguida interrumpió la operación.

-Ehh, mucho cuidado. Deja a la chica. Sigue ahora curando su espalda y déjala en paz.

El guardián no pronunció palabra, pero su mirada de odio hacia Fátima lo decía todo. Y resignado continuó con la cura de su espalda.

Cuando terminaron, Fátima les indicó que salieran de la habitación, obedeciendo sin rechistar su orden.

-Te juro que algún día vas a pagar todo esto y te vamos a violar hasta cansarnos. Acuérdate de ello, la dijeron en tono amenazante y en voz baja al oído de Fátima, mientras salían y cerraban la puerta.

Ahora estaban las 3 mujeres solas en el camarote y, creando un ambiente de más confianza, Fátima las preguntaba cómo se encontraban, si tenían muchos dolores, si querían tomar algo. Les decía que sentía mucho por lo que estaban pasando y las chicas, sentadas sobre la cama, agradecían unas palabras amables y comenzaron a preguntar sobre que les iba a pasar, cuándo podrían irse y todas las angustiosas preguntas que ...

... les aterraban.

Fátima quería ganarse su confianza, era su trabajo y su misión para conseguir información que sus jefes secretamente estaban escuchando a través de micrófonos ocultos.

-Eh, Omar, tío, papá, venid aquí a escuchar que ya empieza lo bueno, decía Ahmed a sus familiares que se encontraban en un pequeño cuarto y colocándose unos cascos que les permitiera oír perfectamente la conversación de Fátima y las chicas.

-Qué buena es Fátima para estas cosas, hicimos muy bien teniéndola con nosotros, seguro que ahora vamos a poder enterarnos de muchas cosas y confirmar si estas zorritas nos dijeron la verdad ayer.

Fátima trataba de ganarse aún más la confianza de Gema y Patricia, cosa que no era difícil en la situación desesperada en la que se encontraban y encontrando en la mujer árabe la que creían que era su única aliada.

A las preguntas de las niñas, Fátima les respondía que seguramente iban a intentar tener sexo con ellas, pero también les daba falsas esperanzas indicándolas que a veces ya no hacían más cosas y que seguramente que mañana podrían volver a casa.

Ellas se aferraban a esas esperanzas y Fátima aprovechaba para interrogarlas.

-¿Qué edad tenéis?

-Yo 29.

-Yo tengo 19.

En verdad ese dato ya lo tenían perfectamente contrastado por sus documentos de identidad que les habían incautado nada más subir al barco y que ya habían hecho también desaparecer.

Siguieron otras preguntas más intrascendentes sobre dónde vivían, donde trabajaban y ...