1. Umbral I El Inicio del Desequilibrio


    Fecha: 17/10/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: GRQ, Fuente: TodoRelatos

    La música se detuvo de golpe, como si alguien hubiera cortado el aire con una navaja. El eco de los últimos pasos retumbó un instante más sobre el suelo de madera barnizada, mientras las respiraciones agitadas llenaban el silencio con un ritmo desigual. Sudor. Zapatillas raspando. Jadeos contenidos. El olor del esfuerzo reciente flotando en el ambiente.
    
    Bruno se incorporó con calma desde el borde del espejo. La camiseta negra, pegada al torso por el sudor, no disimulaba ni su espalda ancha ni el vientre plano. Se pasó la mano por la nuca, tirando el cabello corto hacia atrás, y caminó hacia el centro del salón con la seguridad de quien no necesitaba alzar la voz para ser obedecido.
    
    Tenía los ojos entrecerrados. Fríos. Evaluadores.
    
    —Buen trabajo —dijo al fin, con tono neutro—. Algunos... con más intención que técnica. Su mirada recorrió al grupo como un cuchillo. —Otros… ni lo uno ni lo otro.
    
    El comentario cayó como un trapo mojado sobre la piel encendida del grupo. Algunos se rieron incómodos. Otros bajaron la mirada. Sofía, sin embargo, se mantuvo firme. Respirando por la boca, con el cuerpo aún tenso, con la camiseta gris pegada a su piel.
    
    Entonces Bruno se giró. La miró. Y habló.
    
    —Tú te quedas, Sofía.
    
    Ella parpadeó. —¿Perdón?
    
    —El resto podéis iros. —Ni siquiera repitió la orden. Se dio la vuelta y caminó hacia el fondo del salón, hacia el banco junto al equipo de música.
    
    Los demás no dijeron nada. Alguno lanzó una mirada cómplice. Otro ...
    ... murmuró un “suerte” al pasar. Nadie se atrevía a cuestionar a Bruno. No porque gritara, no. Porque no hacía falta. Su autoridad estaba en su postura, en su voz, en la forma exacta en que decidía dónde se detenía su mirada.
    
    Sofía tragó saliva.
    
    Cuando el último alumno salió y la puerta del estudio se cerró con ese leve clic metálico, Bruno se giró.
    
    Estaba sentado, con los codos apoyados sobre las rodillas, observándola como quien estudia una escultura inacabada. Su voz sonó más baja, más seca.
    
    —Tienes potencial. Pero no disciplina. Hizo una pausa. —Y eso me pone de mala hostia… y me calienta.
    
    Sofía no supo si debía dar las gracias o disculparse. El modo en que él pronunciaba “me calienta” la dejó helada.
    
    —¿Qué pasa? ¿Te incomoda cómo hablo? —preguntó, ladeando la cabeza.
    
    —No… —dijo ella, bajando la mirada.
    
    —¿O te gusta?
    
    Bruno no esperó respuesta. Se levantó con paso lento, pesado. Camiseta empapada, pantalón ajustado de deporte. Se acercó tanto que Sofía sintió su calor, su olor a sudor seco, y algo más. Algo masculino, firme. Un olor que no venía del desodorante.
    
    Él la observó desde arriba, sin tocarla. Sus ojos eran de un gris oscuro, casi metálico. La mirada de alguien que no pedía permiso.
    
    —Estás nerviosa. Pero no por miedo. Por otra cosa.
    
    Ella apretó las manos a los costados del cuerpo. Notaba la tela húmeda contra los muslos. El corazón golpeándole el pecho como si quisiera salir.
    
    —Bruno… yo…
    
    —Silencio. —Levantó una mano—. ¿Te crees ...
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