mi esposa me engañaba
Fecha: 24/04/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... firme me dijo, --eso nunca lo haría, no podría tener sexo con ninguno que no fueras vos-- --Siii, siii—dije en mi mente --como no--. El día pasó increíblemente rápido, la imagen de mi esposa siendo cogida por alguien más y el esfuerzo de ella por ocultarlo y dar la apariencia de una fiel esposa, me tenía increíblemente excitado. Todo el día me pasé como quinceañero calenturiento, tanto que hasta me dolía el pene de tanto tiempo de estar duro. Quería tener a mi mujer cerca y darle una cogida espectacular, pero además de eso, quería saber qué hacer, para verla teniendo sexo otra vez, pero ahora con otros. Quería de alguna manera quitarle la máscara y a lo mejor por venganza o quien sabe por qué, hacerla tener sexo con tantos hombre como fuera posible, sin que ella se diera cuenta que era yo el que lo propiciaba y verla convertirse en puta. No precisamente convertirse en una prostituta de esas que cobran y viven de eso, no, sino quitarle la máscara y que me confesara que no era una mujer decente y aceptara que le gusta que se la cojan. Tampoco quería humillarla o insultarla, solo quería verla y que al final se diera cuenta que la había estado viendo todo el tiempo y que agarrara confianza para seguir permitiendo que se la cojan y que yo siguiera disfrutando el espectáculo y el morbo que verla coger me da. Cuando llegué a la casa esa tarde, me tenía preparada una cena espectacular. Cordero horneado, puré de papas, vino tinto y velas en la mesa. –¿Que celebramos?— le pregunté ...
... y me dijo que qué bárbaro era, pues se me había olvidado nuestro aniversario. ¡Aaaah, si pues! Era nuestro aniversario y ni me recordaba. Le pedí disculpas y le dije que la iba a recompensarla, que después de la cena le iba a dar una sorpresa. Comimos muy románticamente y justo al terminar la cena, le dije que se pusiera aquella ropa que le había comprado hace un año, una falda muy corta, tacones muy altos y una blusa negra transparente. Ella decía que no le gustaba esa ropa, pues la hacía ver como prostituta, pero no sabía que de ese día en adelante, tenía la intención de que pareciera precisamente eso. Esa vez no fue la excepció y me dijo --¡No! Esa ropa no me la pongo, voy a parecer prostituta.-- --Eso quiero—le dije y ella se enfureció. Siempre que le pedí, que se vistiera así, o que tratara de experimentar cosas como exhibirse en el carro o masturbarla en un cine, ella se ponía enojada y me hacia sentir que la estaba obligando a hacer algo que no queiria y hacia las cosas como para hacerme sentir culpable. Pero esta vez no me importó y le dije que quería que se pusiera esa ropa y que si me quería que se la pusiera. Muy brava, aceptó ponerse la ropa y la llevé a una discoteca. Ya allí, como que la furia que estaba aparentando se le comenzó a escapar y ya más animada, me dijo que bailara con ella. Yo no sé bailar, pero decidí que si quería lograr mi propósito, no debía contrariarla. Comenzamos a bailar en aquel ambiente bullicioso, medio oscuro y con estelas de humo de ...