La maestra cachonda
Fecha: 02/04/2018,
Categorías:
Erotismo y Amor
Sexo con Maduras
Autor: Fernán, Fuente: CuentoRelatos
Nunca pensé que me atrevería a hacerlo con una profesora, pero debo confesar que la profesora de mi clase de educación física era increíble… tenía un cuerpazo digno de escultura… rubia, con unas tetas firmes, alrededor de la talla 90, y un culo bestial… cuando hacíamos clases de aerobic siempre me ponía detrás de ella y no le quitaba la vista de encima mientras bailábamos todos siguiendo sus pasos. Lo curioso es que la pared en frente de la que bailábamos estaba plagada de espejos, con lo cual incluso podíamos vernos las caras, y recuerdo una ocasión en que el tanga casi sobresalía de sus mayas, de lo ajustada que las llevaba… aquél día me quedé más embobado que nunca contemplando ese precioso culo; tanto rato y tan descaradamente la estuve mirando, que no pudo evitar darse cuenta, y me miró a la cara, a través del espejo, y, por supuesto, vio claramente mis ojos puestos en su culo. Yo reaccioné apartando de allí la vista, pero nuestras miradas se cruzaron, y cuando yo pensaba que la había cagado, ella me sonrió como incitándome a no dejar de mirarla… y continuó bailando con un ritmo y entusiasmo aún mayores… Desgraciadamente la clase tenía que acabar… y cuando nos íbamos se acercó y me dijo que me había visto muy atento a sus movimientos en clase, que había seguido perfectamente sus pasos, y acercándose poco a poco a mi oído añadió dulcemente que era su mejor alumno (a la vez que yo notaba como rozaba su pecho con mi brazo descubierto); se apartó y me dijo que, puesto ...
... que era su última hora del día, ella también se iba a duchar mientras lo hacíamos nosotros, pero en el vestuario de profesores, lógicamente, puntualizando que se lo tomaría con mucha calma debido a lo cansada que estaba. A todo esto yo reaccioné duchándome el primero de todos y, haciendo lo posible para que mis colegas me perdiesen de vista, me dirigí al vestuario de los profesores. Sigilosamente y sin hacer un solo ruido abrí la puerta… un poquito nada más, y la pude ver ya con las mallas fuera, mostrando su perfecto trasero y con la espalda también descubierta, pero sin girarse. Procedió a bajarse el tanga, y se envolvió en esa toalla blanca que tanto resaltaba en su piel morenita… estaba muriéndome por no poder verla del todo desnuda… lo necesitaba… tenía la verga como un cohete ya, y el miedo por ser descubierto todavía me excitaba mucho más. Como no podía ver como se duchaba, “se me fue la olla” y entré al vestuario, cerrando la puerta lo más despacito que pude. Entonces me fui adentrando hasta poder recuperar mi perspectiva. Estaba realmente nervioso. Al asomarme ya estaba duchándose, de nuevo de espaldas a mí… no había forma de que se girase, pero su culo me seguía teniendo embobado. Al rato decidió ponerse jabón, se empezó a untar todo el cuerpo, y con los ojos cerrados se dio la vuelta, al fin… dejando ante mis ojos descubierto ese cuerpazo… se empezó a frotar suavemente, desde su rubio cabello, bajando por el cuello, hasta toparse con sus fascinantes senos, se los ...