1. El cuarto prohibido de mamá - 04


    Fecha: 21/03/2025, Categorías: Incesto Autor: Barbara Lopez Rucci, Fuente: TodoRelatos

    ... las pieles de ambos pasaron de pálidas a levemente tostadas cuando emprendieron el viaje de vuelta. La habían pasado bien juntos, como no había ocurrido en mucho tiempo. Más allá del deseo, Julián sentía que era el comienzo de algo distinto en lo que refería a la relación con su madre. Tanto era así, que ambos habían decidido volver a hacerlo ese mismo verano.
    
    Y en la casa, con la tibieza del atardecer ingresando a través de los ventanales del balcón, Beatriz no permitió que la impaciencia de Julián se extendiera. No le dio tiempo a insistir, a ir al baño, a darse una ducha para quitarse la arena, o siquiera a cambiarse. Lo llamo al cuarto con mueca entre preocupada y severa, solo con un movimiento de mano. Allí se quitó el vestido para dejar ver el bikini rojo que había tenido puesto todo el día.
    
    —Cúbrete los ojos —dijo Beatriz.
    
    Sin dudarlo, Julián accedió. Cerro los ojos y los cubrió con las manos, sin atreverse a romper la norma, pues temía que cualquier tontería hiciera que su madre se arrepintiese.
    
    —Solo será una vez —dijo ella— ¡y no espíes!
    
    Escuchaba el sonido. El sonido de la prenda deslizándose por las piernas de su madre y el crujido de la cama, al recostarse ella encima. Tardaba. Tardaba mucho, incluso después del silencio. El pene se le había puesto duro y no necesitaba ver hacia abajo para saber que la erección era perfectamente visible a través de la delgada malla. No le importaba. Nada le importaba en ese momento, más que ver lo que su madre ...
    ... tenía para mostrarle.
    
    —Ábrelos.
    
    Julián se quitó las manos del rostro antes de separar los parpados, y vio que su madre estaba sentada en la cama. La parte inferior del bikini estaba en el suelo, y la superior sobre su pecho. Las rodillas estaban dobladas, y los pies y pantorrillas unidas no dejaban ver las entrepiernas de Beatriz. Al cabo de unos momentos de duda, en los que su piel se asemejaba a la cascara de una manzana por el rubor, las piernas comenzaron a despegarse hasta estar tan separadas como un arco del medioevo.
    
    Aun estaba algo lejos, así que se acercó y tomo asiento en la cama para ver con detenimiento. No quiso acercarse tanto, ni demasiado rápido. Como un cazador, intentaba no asustar a quien buscaba atrapar. Temía que su madre se asustara y que el momento se perdiera antes de ver cada detalle de esa parte con la que había fantaseado tantas veces.
    
    El rose y la irritación por la resiente pasada del rastrillo de afeitar era evidente. Se veía en el comienzo de las piernas y a los lados de esos labios asimétricos y rosados, que Julián deseaba besar, antes de separarlos y sumergir la lengua entre ellos: en el orificio que casi invisible que ocultaban. Encima, el clítoris asomaba apenas entre el pellejo y, todavía más arriba, los únicos vellos que quedaban parecían adornar con oscuridad esa vagina imperfecta, pero hermosa a su manera.
    
    Con los ojos, Julián buscaba humedad, pero no lograba encontrarla. Solo notaba nervios en los sutiles temblequeos de las ...
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