Mi nueva vida con Amanda [03]
Fecha: 16/11/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Reina de Picas, Fuente: TodoRelatos
Josué no pudo comer nada durante la cena. Ni siquiera pudo dormitar. Veía el televisor sin ser consciente de lo que sucedía. Pasaban los segundos, los minutos, una hora y luego dos, y en su cabeza solo aparecía la imagen de Amanda con sus redondas tetas expuestas, colapsando hacia adelante, el escote encogido, el vestido arriscado en las caderas y sus piernas separadas absurdamente.
En la visión de Josué su esposa se apoyaba con las manos hacia atrás, pegada a algún muro. Su melena pelirroja le caía por la espalda. Su boca estaba muy cerca de un capullón enorme y oscuro que goteaba de la punta, ensuciando uno de sus muslos desnudos. Un hombre frente a ella, alto, torvo, con las manos en la cintura, con el pantalón en los tobillos, una verga hiniesta, esperando el momento adecuado para atacarla.
—¡Oh, Amanda! ¿En qué estoy pensando?
La imagen variaba según el estado de ánimo de Josué. No había escenarios ni decoraciones en la escena, sólo estaban ella y su amante, a solas, disfrutándose el uno al otro. En algunas imágenes de su cabeza aparecía Milton de rodillas, (ya no de pie) su cara hundida en la entrepierna de su esposa, lamiéndole la raja, hundiendo su nariz espigada en la raya del depilado brasileño de su esposa, y ella fascinada recibiendo una comida de coño, descomponiendo el gesto según el placer que éste le provocaba.
—¡Amandaaaaaa!
Los chillidos de perra hambrienta de Amanda eran constantes. Aturdían los tímpanos imaginarios de Josué aunque ...
... este se los cubriera con las manos. Veía a Milton hartándose de coño, chapoteando en su caliente humedal, abriendo con la lengua su profunda y hambrienta góndola de carne, provocándole espasmos en el cuerpo de su mujer, que temblaba de pies a cabeza.
«¡Awwwwww!» «¡¡Chúpame la panochita, Milton!!»
En la nueva escena Amanda tenía sus piernas en los hombros de su terapeuta, y los gordos melones de ella eran amasados por las grandes manos del cabrón, que la taladraba a una velocidad infernal, sacudiéndola, estremeciéndola, azotándola contra una cama imaginaria.
—¡Oh, Dios, me voy a volver loco!
Josué abría los ojos y temblaba de terror. Se negaba a pensar en esas situaciones que imaginaba su cabeza pero no podía. El miedo lo superaba. Y surgían más escenas. Cada una de la cual era más sórdida y puerca.
Con el tiempo, algunas de ellas empeoraban. Esta vez aparecía Amanda recostada en una cama sin sábanas, desnuda, abierta de piernas, y el psicoanalista tumbado sobre ella, en un obsceno acto de coito, en el que clavaba su pitón sobre el angosto y tierno coñito de su esposa que, para más humillación, no se cansaba de chorrear abundantes humedales. Un manantial caliente. El cuarto apestando a sexo, a coño, a verga y a fluidos.
Los gritos de perra en brama de su esposa cimbrando los cristales. Sus muñecas haciéndose puños. Sus piernas anudándose en la espalda de su macho cogelón. Josué se atormentaba imaginando diálogos que se decían entre sí, en medio del ...