El morbo de lo incorrecto
Fecha: 07/06/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: aSeneka, Fuente: TodoRelatos
No sé por qué he salido desnuda a la terraza. En cualquier momento alguien de mi familia podría levantarse y descubrirme. Quizás ha sido porque he madrugado con ganas de sentir la vulnerabilidad de mi cuerpo.
Recibo el frescor de la mañana recostada en la tumbona. El sol comienza a dar tímidas muestras de su fuerza pero, mientras tanto, mi piel se eriza a causa del frío que aún permanece a ras de suelo. Mis pezones son los primeros en avisar.
Mi padre aparece sin ser consciente de mi presencia. Camina descalzo hasta el borde de la terraza regalándome una visual perfecta de su espalda trabajada. Lleva un cigarro en la mano y, al igual que yo, también está completamente desnudo. Quizás le pase lo mismo que a mí.
Es enorme, musculoso, el más alto del cuerpo de bomberos que capitanea desde hace una vida. Se sobresalta al verme, tal y como descubro en sus ojos, pero no es por nuestra desnudez, sino por ese cigarro que juró que jamás volvería a besar. Se lamenta, pero no se esconde y le da una calada.
Ninguno decimos nada. Nos observamos en silencio, midiéndonos. Se apoya hacia atrás, en la barandilla. Su pene cuelga laxo sobre sus testículos. Es grande, muy grande, me sorprende.
Se está preguntando qué hago así en su terraza, obscenamente exhibida, sin el pudor que caracteriza a mi familia. Yo estoy pensando lo mismo. Baja la mirada hasta mi sexo y da una nueva calada con los ojos del que está acostumbrado a protegerlos del humo.
No cubro mi desnudez, más aún, ...
... abro ligeramente las piernas para indicarle que no me amedrenta. Me enorgullezco de mi felonía. Vestigios de una hija rebelde.
Camina hacia mí y se planta a mis pies. Otra calada y una mirada que no se aparta de mi sexo. No es descaro ni reproche, sino curiosidad.
Le devuelvo el gesto y mantengo el pulso, mirando su polla con interés. Es grande, es gorda y lo más curioso, es bonita. Lo mío sí es descaro. Cae flácida sobre sus huevos. Desde aquí parecen más gordos, de toro.
Da otra calada. Está pensando en cómo justificar ese cigarro y los que han venido antes que él. Ese vicio que nunca dejó, oculto tras un engaño que nunca se fue. Antes de que diga una palabra, me incorporo quedando sentada a un palmo de su polla.
La posición aparenta invitarlo a algo. Él duda, estático, observando sin comprender del todo.
Sin saber por qué, tomo su polla y me la meto en la boca. Quizás porque es la más grande que he visto nunca o, a lo mejor, porque me siento atraída por su cuerpo, el cuerpo de un toro.
Se la chupo hasta ponérsela bien dura. En ningún momento hace amago de apartarse, pero tampoco reacciona. Con la templanza del veterano capitán forjado en otro tipo de incendios, da una nueva calada que retiene en sus pulmones durante más tiempo del necesario. Lo suelta con lentitud cuando yo lo suelto a él, haciendo que las volutas asciendan aleatorias formando extrañas figuras por encima de su cabeza.
Me recuesto y mi cuerpo reacciona solo. Mis pezones yerguen al cielo y ...