A por ella (III)
Fecha: 19/09/2017,
Categorías:
BDSM
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Había quedado con Vero pronto, ya que mi mujer había tenido que irse de la ciudad por un par de días, y tenía la casa sólo para mí. Llegó puntual a las ocho de la mañana, como se esperaría de una buena esclava. -Hola Verónica. ¿Cómo va todo? -Hola Xavi. Bien. Tengo muchas ganas de empezar- me respondió después de pasar y cerrar la puerta - Eso de tener todo el día para nosotros solos me pone de los nervios. -Bueno tranquila que te cansaras de día. Me dio un efusivo beso que casi predecía lo emocionante que iba a ser el día. Venía muy atractiva como le ordené que viniera, llevaba una minifalda negra y una camiseta de tirantes también negra que se le ajustaba al cuerpo como una segunda piel. Debajo debía de llevar unas medias rojas con ligero, tanga y sostenes a juego, las medias las veía y lo otro me lo imaginé. Estaba que quitaba el hipo. La llevé a la habitación ya preparada de antemano. Cogí la bolsa con las compras que le había mandado y las saqué situándolas encima de la mesita, dispuestas para ser utilizadas. -¿Quieres empezar ya o deseas aguardar un poco más? -Me muero por empezar. Amo. Lo primero que le ordené fue que se abriera de piernas todo lo que podía. Cogí una barra de madera que tenía y se la puse a la altura de los tobillos. Le até un extremo al pie derecho. Como aún sobraba un poco de barra en el otro extremo, le empujé el pie abriéndoselo más para que no sobresaliera la madera, y le até el otro pie. La hice estirar en el suelo boca abajo. Agarrándole una ...
... mano la tiré hacia atrás, acerqué el pie obligándola a flexionar un poco las rodillas, y le até la muñeca a la madera. Con el otro brazo hice lo mismo en el otro extremo. Cogí un pañuelo y le tapé los ojos y la enmudecí con una mordaza. Le puse unos tapones en las orejas para que no escuchara nada de la sorpresa que le esperaba. Até los extremos de la barra de madera, a una cuerda que colgaba de una polea del techo, y sin avisar tiré fuertemente. La cuerda la hizo subir y sus miembros tiraron de su cuerpo obligándola a soltar su primer quejido de dolor del día, al tener que soportar todo el peso del cuerpo. Estaba con la espalda arqueada soportando el peso de su cuerpo sólo por pies y los brazos, dejándome sitio para maniobrar con tranquilidad. Cogí un vibrador bastante gordo. Al abrirse de piernas la minifalda muy ajustada se le había subido enseñándome el tanga rojo. Saqué la tira del tanga que tenia metida entre los labios y me ocultaba su agujerito, apunté el vibrador, y se lo metí de un tirón sin preocuparme por si entraría o no. Un sollozo me aviso del dolor que sentía por la brusquedad y por el tamaño de aquel artilugio. Lo metí bien adentro mientras Vero se movía compulsivamente. Cuando ya se detuvo conecté el vibrador que comenzó a moverse y a hacer de las suyas. Cerré la puerta de la habitación y la dejé allí colgada, pasando al comedor. Espere poco rato antes de oír el timbre otra vez. Esta vez, Cristina se había adelantado, y le haría pagar muy caro la osadía de tal ...