Humillada por mi propia carne
Fecha: 24/12/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... veía sin mi consentimiento y sin mi colaboración. Trataba de suponer que no era yo quien se había sometido y que mi comportamiento era mínimamente normal. Recordé también ese movimiento de las piernas cuando lo hacíamos en el colegio sentadas en nuestros pupitres sin saber aún, por nuestra edad, a qué se debía el placer que nos proporcionaba el abrir y cerrar repetidamente las piernas. Al momento me entró más miedo por la situación, dándome cuenta de que cuando me hice mayor había comprendido que aquellos juegos de infancia habían sido una modo inocente de procurarnos placer sin saber lo que verdaderamente era masturbarse. Me entró miedo al repetir ahora aquellos juegos, pero firme en mi voluntad de hierro, volví de nuevo a tranquilizarme sobre todo mientras me di cuenta que, en esta ocasión ya adulta, la situación no me excitaba lo mas mínimo. Sí sentía cómo al cerrar las piernas mi vulva se apretaba y los labios debían estar oprimiendo el clítoris, pero no me excitaba. ¿Estaría un poco mojada?, seguramente que no y esa es la mejor prueba de que los movimientos que ahora me veía obligada a realizar ante Jorge, nada tenía que ver con aquellos otros. Era simplemente un recuerdo pero seguro que no producirían el mismo efecto. Sin embargo ahora, después de estos pensamientos, al moverme sentía que mis piernas temblaban ¿era el miedo?. Y sentía también un cosquilleo y una emoción algo morbosa en mi vientre ¿Era por la tensión de esta situación que estaba viviendo? En estos ...
... pensamientos estaba cuando Jorge, con la excusa de traerme unos papeles, se levantó y vino a mi lado sin hacerse notar por mi marido. Sin soltar los papeles me puso en mi mano un grueso rotulador de dibujo que empleamos para hacer carteles y anuncios de ofertas y me susurró al oído: -¡¡¡Mastúrbate con esto!!! Hubiese querido gritar que noooo. No puedes pedirme una cosa tan vil. Hubiese querido machacar su cara con mis puños en aquel mismo momento, pero mi boca se quedó muda y todo lo que me salido fue una honda inspiración de susto y de asombro acompañada de su susurro ¡¡¡ahhh!!! que por fortuna mi marido no llegó a oír. ¿Cómo era posible que se atreviese a tanto? ¿No le bastaba con lo que ya había visto? Sí, incluso había podido suponerme masturbándome con los movimientos de mis piernas. ¿A tanto llegaba su grado de perversión para hacerme ahora esto?. Y lo peor es que si replicaba mi marido nos oiría y acabaría enterándose de todo. Además estaban las fotos. El muy cerdo sabía que yo no tenía otra salida. Indignada y casi sin pensar ni fijarme en lo que iba a hacer, bajé mi mano con el grueso rotulador bajo la mesa. Fui deslizando un extremo a lo largo de mi muslo derecho, subiendo hasta que llego a chocar con mi vagina y en ese punto me paré. ¡Imposible!, no lo lograba hacer. Esto era demasiado. No podía hacerlo. Levantaba los ojos implorante ante mi torturador pero él, impasible, hizo cambiar mi mirada de súplica con un gesto irónico de su cabeza. Enrojeciendo entonces de ...