Los pechos de mi mujer y mis enormes testículos
Fecha: 23/11/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... lo que había pasado. Mientras tanto, mi novia sonreía, continuando recostada en su silla y apurando los restos de la segunda botella de vino en su copa. Al volverme hacia ella en el momento de salir de la cafetería advertí, gracias a la perspectiva que me daba la distancia, que había levantado con indolencia sus pies y el chucho se los lamía entre los dedos con aplicación. Vi también, con vergüenza, que un tipo de color bastante musculoso que estaba tumbado en una hamaca de la única zona de la piscina desde la que se podía divisar nuestra mesa sonreía también divertido y creí notar que incluso me guiñó un ojo al pasar a su lado. No fue sino hasta la noche, bastante borracha por lo que había bebido en el almuerzo y la cena, con un par de cubatas ya en el cuerpo, cuando por fin me reveló que el chaval se había colado en el baño de señoras tras ella y, sin preámbulos, le había agarrado por detrás sus hinchadas y sensibles tetas, momento en el que ella se volvió con sorpresa, quedándose entonces el chico cortado, incapaz de dejar de mirarlas con cara de bobalicón. Luego, al ver que ella no lo rechazaba, se había agachado y le había lamido largo rato, con devoción y glotonería, sus enormes globos, ajeno al parecer a la espesa pasta grumosa con la que los había inseminado, hasta dejarlos totalmente relucientes, tras lo cual ella lo apartó suavemente, sin dejar de sonreír, le bajó el bañador y descubrió una polla fina y muy larga, con apenas el grosor de un dedo y de unos veinte o ...
... más centímetros de longitud, que aparecía coronada por un glande extrañamente grueso y morado, en forma de pequeña ciruelilla. Tras sólo un par de sacudidas por parte de su generosa manita la estaquilla comenzó a vibrar y escupió su carga, que llegó casi a la mitad de una de las mías, aunque me reconoció que voló con mucha más fuerza, tan hinchados debían estar sus diminutos testículos, que ella encontró muy duros y apretados en comparación con mis pesadas y más bien blandas pelotas. Luego, tranquilamente, volvió a su hamaca y siguió tomado el sol, tras aplicarse, ahora sí, una generosa dosis de bronceador. Tanto el chico como su amigo la rondaron incesantemente los siguientes días, aprovechando que yo no bajaba a la piscina, en el desconocimiento de que eran vigilados desde el interior de mi terraza. Así, en cuanto la veían aparecer, rápidamente situaban un par de hamacas a ambos lados de la suya y comenzaban a importunarla, tratando de conseguir que los acompañase a los servicios. Mi novia no les hacía ni caso, aunque ellos no desesperaban y continuaban su acoso, para su desesperación. Ella trató de que convencerme de que los alejase, pero yo quería saber hasta dónde podría llegar la cosa y pretextaba que sólo se trataba de un par de adolescentes inofensivos, que seguro sabría manejar. Al segundo día de acoso, con la impunidad que les otorgaba mi ausencia, ya habían conseguido convencerla de permitirles algunos avances, como por ejemplo dejar que le aplicasen el bronceador, ...