La pila
Fecha: 22/11/2017,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos
Lorena despachaba hamburguesas con rapidez; las recogía del mostrador y, zumbando, las colocaba sobre las mesas de los comensales. Ella era una mujer joven, de piernas finas, culo prieto, tetas señaladas y rostro afilado; el cabello lo llevaba recogido en una cola de caballo que, a la velocidad con la que se movía, se balanceaba con gracia. Lorena no era de tener novio fijo; más bien escogía a los hombres a su gusto; no obstante, ninguno le duraba mucho, porque acostumbraban a desaparecer insospechadamente. Por aquellos días estaba de tratos con uno: «Oscar, déjame, tengo que ir a trabajar, no seas pelma, cuando vuelva haremos el amor», le decía a su nuevo ligue ante la insistencia de éste por gozar juntos; «Pero, Lorena, ¿qué vamos a tardar?, ¡uno rápido!». Ella aceptaba y ahí que se iban a la cama y se ponían a follar casi vestidos: él, con el pantalón vaquero bajado hasta las rodillas; ella, con la falda levantada hasta el ombligo; y funcionaba: en cuestión de cinco o seis minutos ambos conseguían tener su orgasmo. Después, Óscar se quedaba en casa viendo partidos de futbol, mientras que ella trabajaba de noche en la hamburguesería; o, al menos, eso parecía. Lo cierto era que Lorena también prestaba ciertos servicios a algún cliente vip; la cosa estaba pactada: ella, en algún momento de la noche, pedía diez minutos de descanso al encargado, guiñaba al cliente y lo esperaba en la puerta de los aseos; luego entraba con él y le hacía una felación con condón: el cliente salía ...
... contento y ella, con un jugoso sobresueldo en el bolsillo del delantal. «Total», se decía, «hacer una mamada no es tener sexo.» Por la mañana temprano, Oscar, recién levantado, antes de irse a trabajar, la solicitaba, quería oler su coño, esa esencia de mujer macerada durante el sueño, y colonizarla con su ariete hinchado. Óscar arremetía con fuerza haciendo que todo el cuerpo de Lorena vibrara; se comía literalmente sus tetas esperando la eyaculación que iba llegando, que llegaba, y explotaba en el interior de Lorena mientras ésta daba fuertes alaridos. Después, con gran alegría, tiraba millas para la fábrica. Llegaba la media hora para desayunar y allá que iba Óscar a un bar cercano con sus compañeros; disfrutaba de un apetitoso bocadillo de tortilla acompañado de un café con leche muy endulzado, como a él le gustaba, y también de la compañía de aquellos rudos hombres con los que compartía oficio, tiempo y espacio, cuando oyó una conversación que tenía lugar en un corro cercano: ...«Sí, en una hamburguesería, una que presume de manufacturar sus propias hamburguesas»..., decía uno barbudo y fortachón; «¿En cuál, cómo se llama?», decía otro; «¿Te la chuparon?», preguntaba el de más allá; «Espera, espera», decía el barbudo, «hay que pagar, ¿eh?, gratis no lo hace la muchacha..., ¿,la hamburguesería?, se llama... Burguer La Pila»... Oscar giró la cabeza en cuanto oyó ese nombre, pues era en la que trabajaba Lorena. «¿Y cómo va la cosa, cuánto cuesta?», interrogaba uno bajito y ...