El infierno de Rosita
Fecha: 22/11/2017,
Categorías:
No Consentido
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... pocas las veces que hacía algo así, y nunca repetía la misma acción, si una vez la manoseaba mientras ella cocinaba, estaba segura de que la próxima vez podría entrar en la cocina sin preocuparse, porque hacía exactamente lo mismo. Pero esto no la tranquilizaba, sino que siempre estaba tensa, sabiendo que el joven patrón, en cualquier momento la atacaría. También eran pocas las veces que la obligaba a mantener relaciones sexuales, pero de todas formas, ella sabía que en cualquier momento se le iba antojar disponer de su cuerpo, por lo que vivía en un eterno estado de alerta. Una noche la visitó en el pequeño cuarto que los patrones le habían otorgado en el primer piso. No lo escuchó entrar. Ella estaba durmiendo y se despertó sólo cuando él, luego de hacer a un lado el cubrecama, le abrió las piernas y le ensartó su miembro. Ella largó un grito que Mariano reprimió tapándole la boca. Cuando se dio cuenta de que era Mariano el que estaba encima de ella, se tranquilizó, apoyó la cabeza sobre la almohada, flexionó las piernas, cerró los ojos, y lo dejó hacer. Él la abrazó, le metió su falo con más suavidad de lo común, no quería que sus padres se despertaran. La olió, percibiendo esta vez, no el hedor a gracitud que tanto lo excitaba sino el aroma a jabón y shampoo barato. Le besó el cuello, las tetas pequeñas, los labios gruesos. Ella seguía apática, con su mente en un lugar lejano. Le mordió los pezones hasta hacerla gemir de dolor. La dio vuelta, la violó sintiendo el culo ...
... de la mucama cada vez que la penetraba. Una vez que acabó, otra vez sobre el trasero de Rosa, le metió el dedo en el culo, corrió a un lado el pelo, le lamió la oreja, se las mordió, y la volvió a lamer. Le susurró al oído. — Así me gustan las sirvientas: negritas, campesinas y putas. La siguió violando con el dedo, y una vez que se le paró de nuevo, la penetró. El semen que había eyaculado sobre las nalgas de Rosa, se impregnó en sus vellos púbicos mientras le ensartaba su tronco venoso. Rosa no pronunciaba palabra, y no emitía ningún gemido de placer. Era el único castigo que podía propinarle al joven patrón. Mariano acabó por segunda vez y en esa ocasión desparramó su leche sobre la cama de la sirvienta. — Mañana cambiá las sábanas, puerca. — le dijo, saliendo de la habitación. *** A diferencia del hijo los patrones de la casa eran muy considerados con Rosa. Se preocupaban por hacerla sentir cómoda y a pesar de ser de una posición social muy diferente a la suya, no se lo hacían notar, le hablaban con confianza y cuando le pedían que haga algo que no formaba parte de sus obligaciones, se lo pedían por favor, y siempre le retribuían de alguna manera, ya sea con algún regalo que doña Ana compraba en algún bazar, o con unos billetes de más al final de la quincena. A doña Ana no se le escapaba nada, y estaba al tanto de que había algo entre su hijo y la mucama. No le molestaba, al contrario, estaba orgullosa de que su hijo ya sea todo un hombre, y no le molestaba que sacie sus ...