1. El infierno de Rosita


    Fecha: 22/11/2017, Categorías: No Consentido Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... su sable y la penetró hasta el fondo en la primera estocada. A Rosa le dolió mucho, no tenía mucha experiencia sexual y era bastante estrecha, por lo que la brusca penetración la hicieron gritar. Casi se desmaya luego de ese primer ataque. Comprendió que era mejor no resistirse. De esa manera, quizá el joven no la penetraría con tanta violencia. Además ¿qué otra cosa podría hacer?, si se quejaba con los patrones, probablemente no le creerían. Eduardo, el dueño de casa era un señor en extremo educado y amable, y siempre se mostró abierto y comprensivo con ella, pero a la hora de tomar una postura seguramente se pondría del lado del hijo, quien por cierto, a los ojos de quien lo conocía, era un chico muy bien educado y carismático. Así que abrió las piernas y dejó que el patroncito hiciese lo que quisiese con ella. — Así me gusta negrita, ya sabía yo que sos una atorranta, se nota lo puta que sos desde un kilómetro de distancia. — Le dijo mariano, mientras entraba de nuevo en ella. Apoyó sus manos en los hombros de la mucama, y la penetró una y otra vez. Los resortes del colchón relinchaban al ritmo de las penetraciones y la cama se movía levemente, haciendo que la madera de los pies del somier rasparan la cerámica. Rosa estaba con el rostro oculto en una almohada, recibiendo los pijazos con la mayor indiferencia posible, pero su cuerpo no era indiferente, y se estremecía cada vez que tenía adentro el falo que la ultrajaba. Mariano le olía el cabello grasoso, enterraba su ...
    ... rostro en el pelo abundante de ella, y esto lo ponía más duro aún. Le gustaba el hedor a sirvienta, a pobre, a campesina ignorante que emanaba de aquella mujercita pequeña que tenía atrapada. Ya no daba más, se masturbó y acabó en las nalgas morenas de su sirvienta. Rosa seguía tirada boca abajo, enmudecida y sin moverse. Mariano le volvió a poner la bombacha que le había quitado, y la tela se ensució con el semen que bañaba las nalgas. — Te quedás todo el día así sin cambiarte eh, negrita sucia. — ordenó él. — Quiero que andes por toda la casa con mi leche en tus nalgas, turrita. Ah, y arreglá la cama que la dejaste hecha un desastre. *** Desde aquella mañana, Mariano se creyó dueño de la mucama, y disponía de ella todas las veces que quería. Sus padres solían llegar a la casa a partir de las cinco de la tarde. Por lo que, una vez que Mariano volvía de la universidad, tenía varias horas para divertirse con la sirvienta. No la acosaba todo el tiempo, porque no le gustaba que ella estuviese a la defensiva todo el tiempo. Fingía desinterés, y dejaba pasar varios días sin intentar nada. No tenía apuro, podía poseerla cuando quisiera. Pero en los momentos menos inesperados él la manoseaba. Como por ejemplo cuando le servía el almuerzo, mientras ella apoyaba el plato sobre la mesa, Mariano aprovechaba y le pellizcaba el culo. En otra ocasión la abrazó por la espalda, mientras ella pasaba la aspiradora, y aspiró el perfume de su pelo. — Que olor a negrita atorranta. — le decía. Eran ...
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