La reeducación de Areana (11)
Fecha: 28/08/2019,
Categorías:
Dominación
Lesbianas
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
impresa su credencial y se la tendió a Marta: -Necesito… necesito plastificar esta credencial, señora… -explicó. Nombre Eva Apellido Acevedo Edad 40 años Condición sumisa Propiedad de Amalia Helguera La librera tomó la hoja, recortó la credencial, la plastificó y se la devolvió a Eva para luego dirigirse a Elena: -Hablé con mis amigas. –dijo y sus labios dibujaron una sonrisa morbosa. -Ah, qué bien. Cuentemé. -Están entusiasmadísimas. ¿Podemos tener a la pichona mañana a la noche? Y además, siendo tres pensamos que dos horas es muy poco tiempo para gozarla. -¿Toda la noche estaría bien? -¡Sería perfecto! -Bueno, voy a consultar con Amalia y después la llamo. -Lo antes posible, por favor. -Hoy mismo. –prometió Elena y de inmediato se retiró con ambas sumisas. En casa de las dos llamó a Amalia y obtuvo de ésta la conformidad para que Areana fuera entregada durante toda la noche del día siguiente a la librera y sus amigas. -Perrita, mañana a las nueve te vengo a buscar para llevarte a casa de Marta. Me esperás desnuda que te voy a poner una enema. -Sí, señora Elena… -murmuró Areana ya excitada al saber que iba a ser entregada a tres mujeres maduras durante toda una noche. -Bien, ¿dónde hay una cerrajería cerca? -A la vuelta, señora… -respondió Eva. -Bueno, vamos, perra, tenemos que hacer dos juegos de llaves de la entrada al edificio y de este departamento, uno para Amalia y otro para mí. Vos quedate, putita, desnudate enseguida, te colocás el collar y ...
ya sabés, siempre en cuatro patas. -Sí… sí, señora Elena… -respondió Areana mientras en el rostro de Eva se dibujaba una expresión de inquietud. -¿Puedo hablar, señora Elena?... -¿Qué pasa, perra? Hablá. -Es por… por lo de las llaves, señora… ¿Usted y la señora Amalia van a poder entrar acá cuando… cuando quieran?... ¿En cualquier momento?... -¡Claro que sí, perra imbécil! ¡¿Acaso pensás que vamos a tocar el timbre?! ¡Debería darte una buena paliza por preguntar tonterías!. Y ahora vamos, movete, supongo que tenés las llaves en la cartera. -Sí, señora… -confirmó Eva y poco más tarde Elena la despedía en la puerta del local, ya en posesión de esas llaves que despojaban a ambas sumisas de toda intimidad. -Bueno, a casa, puta, y ya sabés, en cuanto entrás te sacás toda la ropa, te colocás el collar y a partir de ahí vos y tu hijita siempre en cuatro patas, salvo cuando tengan que hacer algo que las obligue a estar paradas. ¿Entendiste, perra? -Sí, señora Elena… -respondió Eva y cuando caminaba hacia su casa pasó por su mente, como si fuera una película, todo ese año de supuesta amistad con Elena, una amistad que esa mujer había fingido con el propósito de atraparlas a ella y a su hija y convertirlas en lo que eran: dos sumisas. “Dos perras sumisas”… pensó Eva. -Siempre lo fuimos aunque no lo supiéramos… Gracias, señora Amalia… -dijo y apuró el paso para estar lo antes posible en el departamento, desnuda, con el collar puesto y en cuatro patas. (Continuará)